viernes, 26 de diciembre de 2008

HABLADURÍAS

"Un discípulo se acerca a su maestro y le dice:
- Maestro, ¿sabes lo que dicen de ti?
-Un momento - dice el maestro -. ¿Ya has pasado por las tres puertas lo que vas a contarme?
-¿Por las tres puertas? Responde el joven. No, ni siquiera sé qué son las tres puertas.
El maestro continúa.
-¿Estás seguro de lo que vas a decirme es la verdad?
-Bueno no, yo he oído….
-Pues esta es la primera puerta. ¿Lo que vas a decirme es bueno?
-No, no, en realidad es un tanto desagradable.
-Esta es la segunda puerta. ¿Lo que vas a decirme es útil para alguien?
-No de hecho….Balbucea confundido el discípulo.
-Esta es la tercera puerta. Y dime: Si lo que vas a decirme no sabes si es verdad, no es bueno y no es útil ¿Por qué quieres contármelo, no seria mejor olvidarlo para siempre?”.

domingo, 7 de diciembre de 2008

¿TIENES 39 EUROS?

Te propongo una buena forma de emplearlos.



Más información aquí

viernes, 5 de diciembre de 2008

¿QUÉ SUCEDE CUANDO TE ILUMINAS?

sábado, 29 de noviembre de 2008

DUALIDAD

¿Cómo percibimos el mundo? ¿Cómo nos percibimos a nosotros mismos?¿Cuál es la relación entre esas dos percepciones?
Tenemos la tendencia de ver la realidad de modo dualista: por una parte estoy yo y por otra, todo lo que no soy yo. Hemos aprendido a ver así la realidad, hemos aprendido que somos seres separados de lo externo, cosa que nos produce, aunque sea de modo inconsciente, una sensación de desvalimiento, de tener que luchar contra los elementos para seguir adelante, de que la vida nos pone miles de obstáculos que debemos superar.

Yo tengo una percepción de mi mismo, creo en mi mente una imagen de mi, de cómo soy, de mis características personales, de mis ideas, de mis gustos, etc. Por otro lado, tengo una percepción de lo que está fuera de mí, del mundo y de los demás. Pero esa percepción no es pura, sino que está tamizada y filtrada por mi mente, de modo que lo percibo es también una imagen, de los demás y del mundo. Ambas percepciones son imágenes que crea mi mente y que yo tomo por realidades. Y como tomo ambas por realidades, mi relación con el mundo o con los demás no es tal, sino una relación de imágenes. Es decir, tanto mi imagen como la imagen que tengo de lo externo son parte de mi consciencia y, por tanto, forman parte de mi. Desde este punto de vista, resulta absurda la separación yo-no yo. Yo creo mi propio mundo a cada momento, me creo a mi mismo y creo lo externo. Esto no quiere decir que no existan los demás, no hablo de eso. Lo que digo es que no los percibimos como son, sino como nos parece que son. Podríamos decir que los demás actúan como estímulo externo que provoca en nosotros una reacción y que esa reacción NO ES el estímulo.
De modo que, si nosotros somos creadores de nuestra realidad, resulta un poco absurdo que nos dejemos dominar por ella, que nos haga sufrir. Tenemos la opción de escoger la manera en que queremos crear nuestro mundo. Es cierto que existen limitaciones. No podemos cambiar lo que sucede pero sí el modo de interpretar lo que sucede que, al fin y al cabo, es lo que provoca nuestros sentimientos, lo que nos puede hacer sufrir, gozar o simplemente aceptar las cosas, según el caso. Lo que ocurre es que no es fácil tomar las riendas de ese poder. Nadie nos ha enseñado a hacerlo, más bien hemos aprendido todo lo contrario, y resulta una ardua tarea desaprender lo aprendido a lo largo de tantos años. No se trata tanto de aprender una nueva forma de ver las cosas como de desaprender nuestro modo actual, no de incorporar nuevas ideas o teorías sino de abandonar las que tenemos; no tanto de adquirir una nueva programación como de desprogramarnos.

jueves, 27 de noviembre de 2008

DOLOR

Ocho de la mañana. Llego al trabajo y aparco el coche. Aún no me he bajado cuando oigo unas voces apresuradas que vienen de detrás del coche. Me giro para mirar y en décimas de segundo veo como un motorista con moto de gran cilindrada hace unas eses y se estampa contra el lateral posterior de mi coche con un golpe sordo y cae sobre el asfalto mientras la moto gira en el suelo pivotando sobre su rueda trasera. El motorista se abalanza rápidamente sobre ella para apagarla. Yo salgo de mi coche para ver como se encuentra y me encuentro con el otro conductor implicado. El motorista trataba de adelantarle por la izquierda, el conductor no lo vio y giró al mismo tiempo a la izquierda también. El motorista, al tratar de esquivarlo, se estampó contra mi coche aparcado.
Preguntamos al motorista como se encuentra, si está bien. Se agarra la muñeca izquierda con su otra mano, se ha quitado el guante. Se frota también la rodilla izquierda. Volvemos a insistir:
"¿Te encuentras bien?¿Te duele algo?"
El motorista, casi sin prestar atención a lo que le decimos contesta:
"Lo que más me duele es la moto".

martes, 18 de noviembre de 2008

EL BILLETE DE 50 EUROS


Hace un par de años me enviaron este pequeño cuento por email. Desconozco su autor pero me encantó y hoy quiero compartirlo con vosotros.


EL BILLETE DE 50 EUROS


Alfredo, con el rostro abatido de pesar se reúne con su amiga Marisa en un bar a tomar un café.Deprimido descargó en ella sus angustias...que el trabajo, que el dinero, que la relación con su pareja, que su vocación...todo parecía estar mal en su vida.
Marisa introdujo la mano en su cartera, sacó un billete de 50 Euros y le dijo:
- Alfredo, ¿quieres este billete ?
Alfredo, un poco confundido al principio, inmediatamente le dijo:
- Claro Marisa...son 50 Euros, ¿quién no los querría ?
Entonces Marisa tomó el billete en uno de sus puños y lo arrugó hasta hacerlo un pequeño bollo. Mostrando la estrujada pelotita a Alfredo volvió a preguntarle:-
¿Y ahora igual lo quieres ?
- Marisa, no sé qué pretendes con esto, pero siguen siendo 50 Euros, claro que los tomaré si me lo entregas.Entonces Marisa desdobló el arrugado billete, lo tiró al piso y lo restregó con su pie en el suelo, levantándolo luego sucio y marcado.
- ¿Lo sigues queriendo ?
- Mira Marisa, sigo sin entender que pretendes, pero ese es un billete y mientras no lo rompas conserva su valor...
- Entonces Alfredo, debes saber que aunque a veces algo no salga como quieres, aunque la vida te arrugue o pisotee, SIGUES siendo tan valioso como siempre lo hayas sido...lo que debes preguntarte es CUANTO VALES en realidad y no lo golpeado que puedas estar en un momento determinado.
Alfredo se quedó mirando a Marisa sin decir palabra alguna mientras el impacto del mensaje penetraba profundamente en su cerebro.Marisa puso el arrugado billete de su lado en la mesa y con una sonrisa cómplice agregó:
- Toma, guárdalo para que te recuerdes de esto cuando te sientas mal...¡¡pero me debes un billete NUEVO de 50 para poder usar con el próximo amigo que lo necesite !!

EN MI PECHO

En mi pecho, corazón,
late libre, sin temor.
Déjame ser verso de amor,
la devoción de un amigo.
Mucho tiempo sombra fuí,
en mi mismo me perdí.
De tí aprendí a ser la mano que da
sin recibir,
generosa y leal.
¿Qué es la vida? absurdo trajín.
Dame alma, calor.
Ser tan limpios como la nieve que cae.
Todo tiene quien todo da.
Nada espero, nada sé,
nada tengo, sólo fe.
Y donde estemos, saber estar;
aunque sea ingenuo, no codiciar.
Nunca ceder ante la adversidad.
Quiero tener la alegría
del que está en paz.
Mis cadenas he de romper;
fuera penas, amargas como la hiel.
(El último de la fila)

domingo, 16 de noviembre de 2008

EL ERROR Y LA CULPA

¿Tomamos decisiones equivocadas?¿Existe eso que llamamos cometer un error? Personalmente no me gusta la palabra error. Yo creo que simplemente tomamos decisiones a lo largo de nuestra vida, en función de las circunstancias vitales de cada momento, de nuestra percepción de la situación, de los sentimientos que nos provoca, de nuestros conocimientos y nuestra experiencia previa. Y esas decisiones pueden ser adecuadas o inadecuadas ante las circunstancias que se nos presentan en ese momento. Luego, con la perspectiva del tiempo, nos damos cuenta de las consecuencias de esa decisión, y si las consecuencias no las consideramos positivas, entonces decimos que cometimos un error. Y decimos eso porque pensamos que sabiendo lo que sabemos ahora habríamos tomado otra decisión diferente. Pero eso es hacer trampa, porque en aquél momento nuestra percepción de las cosas era otra. No tiene sentido plantearse así las cosas.
Todo lo que hacemos, decimos e incluso pensamos tiene consecuencias de algún tipo. Lo que nunca sabemos es cuáles serán esas consecuencias a medio o largo plazo, de que modo nos afectarán a nosotros o a los demás. La perspectiva es algo imprescindible para valorar si algo es positivo o negativo para nosotros. Lo que hoy parece un desastre, mañana puede traer consecuencias muy positivas y viceversa. Tenemos muy poco control sobre nuestras vidas, aunque nos cueste reconocerlo. Y nos encanta culpabilizarnos por lo que hicimos en el pasado. La culpa es una de las emociones más inútiles y paralizantes. De hecho, la culpa solo tiene una utilidad: la de evitar que cambiemos. El sentirnos culpables de nuestros “errores” es la herramienta perfecta para seguir actuando del mismo modo. Nos da la sensación de no ser tan malas personas porque al menos nos sentimos culpables. El domingo no fuimos a ver al abuelo, de modo que nos sentimos culpables y así aliviamos un poco nuestros remordimientos y el domingo que viene podremos volver a dejar de visitarle. Le mentimos a nuestro mejor amigo, nos sentimos culpables por ello, de modo que no debemos ser tan malos. Podemos volver a mentirle en otra ocasión.
Si cuando actuamos lo hacemos convencidos de que en esas circunstancias es lo que debemos hacer, no tiene sentido culpabilizarse por ello. Si actuamos deliberadamente sabiendo que deberíamos hacer otra cosa, es decir, voluntariamente, tampoco tiene mucho sentido culpabilizarse.
Lo que de verdad nos permite cambiar de actitud es la responsabilidad. Somos responsables de nuestros actos y, por tanto, debemos asumir las consecuencias. Y si esas consecuencias son perjudiciales para nosotros o para un tercero podemos tomar las decisiones necesarias para intentar reparar el daño. Sin culpabilidades. Asumir la responsabilidad de nuestros actos nos permite también aprender de nuestras conductas dañinas para no repetirlas, porque no responsabilizamos o culpabilizamos a los demás. El aprendizaje es vital para nuestro crecimiento y solo podemos aprender mediante la experimentación. El verdadero error no está pues en el acto en si, sino en no saber aprender de sus consecuencias. Eso que solemos llamar errores son pasos imprescindibles para nuestro aprendizaje vital y, por tanto, tienen su razón de ser y en mi opinión no deberíamos llamarles errores, sino experiencias. Es un asunto de conceptos. Yo prefiero decir que “aprendemos de nuestras experiencias” antes que “aprendemos de nuestros errores”, porque, al fin y al cabo, aprendemos tanto de nuestros “errores” como de nuestros “aciertos” –o al menos deberíamos hacerlo- y la palabra error suele llevar añadida una carga negativa que puede conducir al sentimiento de culpa. Que llevamos a cabo actos o pensamientos dañinos para nosotros mismos o para los demás es un hecho, sería absurdo negarlo. Pero cuando actuamos así solemos hacerlo basándonos en lo que creemos correcto –salvo que actuemos a sabiendas de que eso nos hace daño- en base a nuestra percepción de la realidad, que es la que generalmente suele estar equivocada. Podemos tener por tanto un error de percepción en un momento determinado y cometer un “error” que solo podremos valorar más tarde, cuando nuestra percepción de la realidad sea diferente. Ahora bien, ¿quién puede asegurarnos que mañana nuestra percepción de la realidad no vuelva a cambiar y lo que hoy nos parece un error mañana nos parezca una decisión correcta? O más aún ¿quién sabe en qué derivará mañana lo que hoy nos parece un error? Si las consecuencias finales son positivas, ¿podemos seguir considerándolo un error?
Tendré que seguir dándole vueltas al asunto, porque quizá me esté equivocando de cabo a rabo. Es vuestro turno. Se aceptan todo tipo de sugerencias.

sábado, 1 de noviembre de 2008

OTOÑO

Llegó el otoño, con su lluvia...¡y sus setas!


Otoño 1
Otoño 2
Otoño 3
Otoño 4
Otoño 5
Otoño 6
Otoño 7
Otoño 8
Otoño 10

jueves, 30 de octubre de 2008

HACIENDO TABLA RASA

¿Quién no se ha encontrado alguna vez en la situación de verse cara a cara con un jefe, un superior u otra persona que nos inspire mucho respeto o incluso algo de miedo? En esas ocasiones es frecuente que uno se sienta algo apocado, agigantando la figura del superior simplemente por el concepto que tenemos de él. Le vemos como un cargo, no como una persona. No digo con esto que la jerarquía no tenga su papel en nuestra sociedad, ni que tratemos al jefe, al presidente o al ministro dándole palmaditas en la espalda y llamándole “pisha” o “quillo”. Lo que no tiene sentido es que su figura nos imponga tanto como para que nos entren sudores fríos o nos falte seguridad para afrontar la situación.
Existe una receta infalible que me dio hace muchos años un amigo sacerdote para hacer tabla rasa y ponernos a todos en el mismo nivel, en el de personas, que es el que realmente nos corresponde. Os aseguro que da una tranquilidad enorme para afrontar estos casos cuando se pone en práctica. Me decía mi amigo Vicente:

- Yo, cuando tengo que vérmelas con alguien que me impone mucho, siempre me lo imagino cagando. Me pasó cuando tuve que ir a ver al Papa. ¿Tú te imaginas al Papa cagando?

Pues eso. Tabla rasa.

jueves, 23 de octubre de 2008

SU TABACO, GRACIAS.

“Su tabaco, gracias”. Y te suelta un paquete de la marca que has elegido. Así reacciona la máquina expendedora (las pocas que quedan) cuando uno introduce el importe y le da al botón correspondiente. Así funcionamos nosotros, sin darnos cuenta, ante la mayoría de los estímulos externos, especialmente cuando esos estímulos vienen de los demás. Nos han educado para eso, vivimos en una sociedad que fomenta eso y nos hemos empapado de ese comportamiento desde pequeños. Hemos creado hábitos, hemos creado el hábito de la respuesta automática.
Cuando alguien nos halaga, nos sentimos bien y respondemos con algo amable o con una frase de modestia (de falsa modestia o como consecuencia de nuestro complejo de inferioridad); cuando alguien nos insulta o agravia, nos sentimos agredidos y nos ponemos en guardia, devolviendo la agresión al otro. Esto, que en principio no es nada malo de por sí, sino solo formas o modos de comportamiento, se convierte en algo disfuncional no por el hecho en sí, sino por el modo de hacerlo: el modo automático, el modo habitual, el modo no racional, el modo emocional, el modo reactivo. Funcionamos por reacción y no por acción, es decir, en nuestra vida cotidiana no solemos actuar sino reaccionar. Como la máquina de tabaco. Pero nosotros no somos máquinas de tabaco, ni siquiera somos máquinas a secas. Se nos supone seres humanos, racionales, con capacidad de pensar por nosotros mismo, de tomar decisiones y de aplicarlas. Eso es libertad, esa capacidad de decidir como nos comportamos o actuamos ante los estímulos externos o internos es lo que nos hace libres.
Cuando nos enfrentamos ante un estímulo desagradable o considerado como “malo” (un insulto, un desprecio, una desgracia personal o una catástrofe natural) usamos nuestro manual de instrucciones mental que nos indica como debemos sentirnos y actuar: debemos sentirnos agraviados, enfadados, tristes…y actuar en consecuencia, devolviendo la pelota o hundiéndonos en la miseria de la autocompasión, que no hace más que retroalimentar el proceso. Porque este tipo de conducta, repetido una y mil veces llega a crear asociaciones neuronales especializadas para reproducir este tipo de conducta. Es decir, vamos perdiendo poco a poco nuestra libertad de actuación ante los acontecimientos de la vida, para los cuales solo somos capaces de dar una respuesta, siempre la misma. Como la máquina de tabaco. A tal estímulo, tal respuesta.
Este tipo de actitud nos resta libertad porque permitimos que sean los demás o las circunstancias quienes determinen nuestro comportamiento, en lugar de ser nosotros mismos amos y señores de nuestros actos. Nos convertimos en máquinas de tabaco muy fáciles de manipular y todos lo sabemos. Todos sabemos como podemos manejar al prójimo cuando nos interesa, mediante el halago o mediante el insulto o el desprecio. Basta con pulsar el botón correcto y todos saltamos automáticamente. “Su tabaco, gracias”.
¿Por qué nos ocurre esto? Sería algo complejo de explicar y quizá merecedor de otra entrada, pero en resumen se podrían dar dos causas. La primera es que no sabemos ver la realidad más que a través del filtro de nuestra mente. La segunda es que no sabemos que somos libres de actuar como nos plazca ante los estímulos externos. Ahora bien, siendo las cosas como son ¿tiene esto arreglo? La respuesta es sí, pero hay que trabajárselo. Es necesario conocer nuestra manera de pensar, centrarnos y estudiarnos un poquito (o un mucho) a nosotros mismos para comprobar si esto es verdad o no, si actuamos de este modo irreflexivo. Tomar conciencia de esta realidad que, por frecuente, asumimos como natural. Este es el primer paso, reconocer el problema. Reconocer que cuando actuamos así no actuamos libremente, sino que es el exterior o los otros quienes deciden nuestros actos.
Reconocido el problema, tenemos ya en nuestras manos la mitad de la solución. La otra mitad consiste en darnos cuenta de nada nos obliga a responder de una manera determinada, más que nuestro hábito de hacerlo así. Si asumimos esto, veremos que podemos dar la respuesta que queramos ante cualquier estímulo externo, que podemos recobrar nuestra libertad de actuación. Cuando alguien nos insulta o nos trata de manera desagradable podemos sonreír, darnos la vuelta o marcharnos o incluso responderle con otro insulto, pero siempre de manera consciente, decidiendo que lo queremos hacer así y sabiendo que existen otras opciones y que no las usamos porque no nos parecen adecuadas en ese momento y no porque no podamos usarlas. Lo mismo se puede aplicar en el caso contrario, ante un estímulo positivo, aunque estos casos suelan crearnos menos problemas. Pero también es importante prestarles atención porque si seguimos usando el hábito para reaccionar ante lo positivo (aunque eso nos de placer) esa costumbre seguirá arraigando en nuestro cerebro y tenderemos a seguir usándolo para reaccionar ante los estímulos negativos. A menudo conviene parar unos segundos antes de responder y observar lo que pasa por nuestra mente en esos momentos.
En cuanto a las emociones, es un tema más difícil de trabajar. Pero siendo conscientes de ellas cuando las sentimos es más fácil canalizarlas de modo eficaz. Si tenemos asumido lo que he expuesto antes, si tenemos claro que podemos actuar y no reaccionar ante los estímulos, seremos capaces de manejar emociones como la ira, el enfado o el miedo sin que ellas determinen por sí solas nuestro comportamiento.
Eso sí, quien algo quiere algo le cuesta. Otra opción es conformarnos con ser máquinas de tabaco.

lunes, 20 de octubre de 2008

UNA LLAMADA AL AMOR

"He aquí un error que la mayoría de las personas cometen en sus relaciones con los demás: tratar de construirse un nido estable en el flujo constantemente móvil de la vida.

Piensa en alguien cuyo amor desees. ¿Quieres ser alguien importante para esa persona y significar algo especial en su vida? ¿Quieres que esa persona te ame y se preocupe por ti de una manera especial? Si es así abre tus ojos y comprueba que estás cometiendo la necedad de invitar a otros a reservarte para sí mismos, a limitar tu libertad en su propio provecho, a controlar tu conducta, tu crecimiento y tu desarrollo de forma que éstos se acomoden a sus propios intereses. Es como si la otra persona te dijera: "Si quieres ser alguien especial para mí, debes aceptar mis condiciones, porque, en el momento en que dejes de responder a mis expectativas, dejarás de ser especial" ¿Quieres ser alguien especial para otra persona? Entonces has de pagar un precio en forma de pérdida de libertad. Deberás danzar al son de esa otra persona, del mismo modo que exiges que los demás dancen a tu propio son si desean ser para ti algo especial.

Párate por un momento a preguntarte si merece la pena pagar tanto por tan poco. Imagina que a esa persona, cuyo especial amor deseas, le dices: "Déjame ser yo mismo, tener mis propios pensamientos, satisfacer mis propios gustos, seguir mis propias inclinaciones, comportarme tal como yo decida que quiero hacerlo...". En el momento que digas estas palabras, comprenderás que estás pidiendo lo imposible. Pretender ser especial para alguien significa, fundamentalmente, someterse a la obligación de hacerse grato a esa persona y, consiguientemente, perder tu propia libertad, Tómate el tiempo que necesites para comprenderlo...

Tal vez ahora estés ya en condiciones de decir: "Prefiero mi libertad antes que tu amor". Si tuvieras que escoger entre tener compañía en la cárcel o andar libremente por el mundo en soledad, ¿qué escogerías? Dile ahora a esa persona: "Te dejo que seas tú mismo/a, tener tus propios pensamientos, satisfacer tus propios gustos, seguir tus propias inclinaciones, comportarte tal como decidas que quieres hacerlo... “En el momento en que digas esto, observarás una de estas dos cosas: o bien tu corazón se resistirá a pronunciar esas palabras y te revelarás como la persona posesiva y explotadora que eres (con lo que es hora que examines tu falsa creencia de que no puedes vivir o no puedes ser feliz sin esa otra persona), o bien tu corazón pronunciará dichas palabras sinceramente, y en ese mismo instante se esfumará todo tipo de control, de manipulación, de explotación, de posesividad, de envidia... "Te dejo que seas tu mismo: que tengas tus propios pensamientos, que satisfagas tus propios gustos, que sigas tus propias inclinaciones, que te comportes tal como decidas que quieres hacerlo..."
Y observarás también algo más: que la otra persona deja automáticamente de ser algo especial e importante para ti, pasando a ser importante del mismo modo en que una puesta de sol o una sinfonía son hermosas en sí mismas, del mismo modo en que un árbol es algo especial en sí mismo y no por los frutos o la sombra que pueda ofrecerte. Compruébalo diciendo de nuevo: "Te dejo que seas tú mismo..." Al decir estas palabras te has liberado a ti mismo. Ahora ya estás en condiciones de amar. Porque, cuando te aferras a alguien desesperadamente, lo que le ofreces a la otra persona no es amor, sino una cadena con la que ambos, tú y la otra persona amada, quedáis estrechamente atados. El amor sólo puede existir en libertad. El verdadero amante busca el bien de la persona amada, lo cual requiere especialmente la liberación de ésta con respecto a aquél
"
Anthony De Mello (Una llamada al amor)

jueves, 16 de octubre de 2008

TODO SE TRANSFORMA

TODO SE TRANSFORMA (ECO)

Tu beso se hizo calor,
luego el calor, movimiento,
luego gota de sudor
que se hizo vapor, luego viento
que en un rincón de La Rioja
movió el aspa de un molino
mientras se pisaba el vino
que bebió tu boca roja.

Tu boca roja en la mía,
la copa que gira en mi mano,
y mientras el vino caía
supe que de algún lejano
rincón de otra galaxia,
el amor que me darías,
transformado, volvería
un día a darte las gracias.

Cada uno da lo que recibe
y luego recibe lo que da,
nada es más simple,
no hay otra norma:
nada se pierde,
todo se transforma.

El vino que pagué yo,
con aquel euro italiano
que había estado en un vagón
antes de estar en mi mano,
y antes de eso en Torino,
y antes de Torino, en Prato,
donde hicieron mi zapato
sobre el que caería el vino.

Zapato que en unas horas
buscaré bajo tu cama
con las luces de la aurora,
junto a tus sandalias planas
que compraste aquella vez
en Salvador de Bahía,
donde a otro diste el amor
que hoy yo te devolvería......

Cada uno da lo que recibe
y luego recibe lo que da,
nada es más simple,
no hay otra norma:
nada se pierde,
todo se transforma.

JORGE DREXLER

martes, 14 de octubre de 2008

EL SEÑOR DE LAS MOSCAS

Ayer me senté un rato a meditar. El día era caluroso, de modo que me puse un pantalón corto de deporte, me quité la camiseta y dejé abierta la ventana para que entrara algo de fresco. Pero con el fresco entraron también un par de moscas, revoltosas y juguetonas –cojoneras sería otra manera más corriente de llamarlas- que decidieron unirse al ejercicio. Solo que, como suele ocurrir con esta clase de bichos, parecían no encontrase completamente cómodas en ningún lugar, de manera que ambas fueron probando diversas partes de mi cuerpo: la cabeza, la cara, la punta de la nariz, los brazos, las piernas, la espalda…
Como es lógico suponer lo primero que sentí fue una vaga irritación. ¿Cómo se atrevían aquellas moscas a perturbar aquel momento? Mi primer impulso fue el de alejarlas de un manotazo, como solemos hacer todos, y seguramente lo habría hecho de no se porque justo acababa de sentarme sobre mi cojín y adoptar la postura que debía intentar mantener durante toda la práctica. Eso me contuvo de moverme, de modo que tuve que adoptar otras soluciones. Para empezar tomé consciencia de mi irritación y decidí analizarla mientras las moscas se movían a sus anchas sobre mi piel y mi pelo. ¿Por qué me irritaba realmente aquello? Visto con frialdad, lo que sensorialmente percibía no era más que un cosquilleo, una sensación que en muchas otras circunstancias habría descrito como agradable. El roce con una pluma sobre la piel, la caricia superficial de los dedos de un ser querido. Entonces me limité a percibir las sensaciones y descubrí que había varios motivos por los que me podía estar irritado: el primero era porque se trataba de moscas y nuestro concepto de ellas es que son insectos molestos que viven sobre la mierda y se la comen, de modo que mi concepto de las moscas hacía su presencia allí indeseable. Ojo, mi propio concepto de las moscas, no las moscas en sí. El segundo motivo, quizá el más importante, es que en el fondo consideraba aquello como una especie de violación de mi espacio, un allanamiento de morada corporal, la utilización por parte de las moscas de algo que era “mio”, mi propio cuerpo. Tras tomar conciencia de estas cosas, la irritación se desvaneció, pero las moscas no. Seguían estando allí. Seguían andando por mi piel y zumbando en mis oídos pero ya no eran un problema sino una simple realidad que estaba ahí y que tenía que asumir.
La aceptación de esta realidad resultó ser un paso adelante, porque a partir de ese momento las moscas se convirtieron en aliados durante el ejercicio de meditación. Limitándome a seguir sus movimientos sobre mi piel, sin pensar en ellos ni juzgarlos, sino solo sintiendo sus efectos fui tomando conciencia de cada una de las partes de mi cuerpo, según las moscas se iban posando y paseando sobre él. Eso me permitió advertir sensaciones corporales que hasta ese momento no había notado: aquí una contracción muscular, aquí un cosquilleo, aquí la presión del cojín o del suelo sobre el pie…
Así estuvimos las moscas y yo durante 35 minutos, hacia el final de los cuales di el último paso antes de terminar la sesión. Decidí “empatizar” con las moscas, sentirme yo mismo mosca y tratar de entender como me verían ellas a mí. Comprendí que nuestra visión sería muy distinta. Yo veo en mi la persona que suelo ser, la identidad que tengo asumida, con mis ideas, mi cuerpo, mi historia personal, mi nombre y apellidos…Para las moscas simplemente habría allí un posadero, un territorio que explorar lleno de apetitosos restos de comida, residuos orgánicos del propio cuerpo como células epiteliales o sustancias excretadas por la piel de las que ni siquiera somos conscientes. Para ellas ni siquiera existiría el concepto de persona. De hecho me juego el pescuezo a que las moscas no tienen concepto de nada. Ven lo que hay tal cual es. Y punto. A diferencia de nosotros que tenemos la inercia de ver lo que queremos ver o lo que pensamos que debemos ver, o lo que nos han enseñado que es la realidad.
Y ahora la pregunta del millón: ¿quién tiene razón?¿Las moscas o yo?

viernes, 10 de octubre de 2008

DOCE EJERCICIOS

Doce Ejercicios para la crianza de los Hijos en la Atención Plena

1. Intenta imaginar el mundo desde el punto de vista de tu hijo, dejando ir, intencionalmente, tu propio punto de vista. Haz esto todos los días durante por lo menos unos momentos para recordar quién es este hijo y qué es lo que enfrenta en el mundo.

2. Imagínate cómo se te ve y escucha desde el punto de vista de tu hijo, es decir, teniéndote a ti como padre hoy, en este momento. ¿Cómo podría modificar esto la forma en que te comportas en tu cuerpo y en el espacio, como hablas, lo que dices? ¿Cómo deseas relacionarte con tu hijo en este momento?

3. Practica el ver a tus hijos como simplemente perfectos de la forma que son. Fíjate si puedes mantenerte atento a su soberanía de un momento al siguiente momento, y trabaja en aceptarlos tal como son cuando sea más difícil para ti hacerlo.

4. Está atento de tus expectativas respecto de tus hijos y considera si son verdaderamente en su mejor interés. También, sé consciente de como comunicas esas expectativas y como los afectan.

5. Practica el altruismo, poniendo las necesidades de tus hijos por encima de las tuyas propias siempre que sea posible. Entonces ve si no hay algún terreno común donde tus verdaderas necesidades también puedan satisfacerse. Te sorprenderás cuánto traslape es posible, sobre todo si eres paciente, y te esfuerzas hacia el equilibrio.

6. Cuando te sientas perdido, o confundido, recuerda detenerte, como en el poema de David Wagoner: “El bosque respira…” Escucha lo que está diciendo; “El bosque sabe/Donde estás. Debes permitirle encontrarte…” Medita sobre el todo, trayendo tu atención total a la situación, a tu hijo, a ti mismo, a la familia. Al hacerlo, puede que vayas más allá del pensamiento, incluso del pensamiento bueno, y puedas percibir intuitivamente, con todo tu ser (sentimientos, intuición, cuerpo, mente y alma) lo que realmente necesita hacerse. Si aún así no está claro, quizá lo mejor sea no hacer nada hasta que se aclare más. A veces es bueno permanecer callado.

7. Intenta personificar la presencia silenciosa. Con el tiempo esto crecerá más allá de la practica formal e informal de la atención plena, si estás atento a cómo te comportas y a lo que proyectas con el cuerpo, la mente y el habla. Escucha cuidadosamente.

8. Aprende a vivir con la tensión sin perder tu propio equilibrio. En Zen y el Arte de Arquería, Herrigel describe cómo le fue enseñado a permanecer sin esfuerzo en el punto de mayor tensión sin disparar la flecha. En el momento correcto, la flecha se dispara misteriosamente a sí misma. Haz esto practicando el enfrentar cualquier momento, por difícil que sea, sin intentar cambiar nada y sin pretender que ocurra un resultado particular. Simplemente trae tu conocimiento pleno y tu presencia a ese momento. Practica el ver que cualquier cosa que surge se puede “trabajar”, si estás dispuesto a estar parado de esa manera en el presente, confiando en tu intuición y en tus mejores instintos. Tu hijo, sobre todo cuando es más chico, necesita que tú seas un centro de equilibrio y responsabilidad, un hito confiable con el que pueda orientarse dentro de su propio territorio. La flecha y el blanco se necesitan uno a otro. El forzar no ayuda. Se encontrarán mejor a través de la atención sabia y de la paciencia.

9. Pide disculpas a tu hijo cuando hayas traicionado su confianza aún de la manera más pequeña. Las disculpas sanan. Una disculpa muestra que has pensado más sobre la situación y has logrado verla con más claridad, o quizás más desde el punto de vista de tu hijo. Pero debemos estar atentos al pedir “perdón” demasiado a menudo. Pierde su significado si nosotros lo estamos diciendo siempre, o si hacemos un hábito del remordimiento. Entonces puede convertirse en una manera de no tomar responsabilidad de nuestras acciones. Sé consciente de esto. A veces, el cocinar al remordimiento puede ser una buena meditación. No apagues el fuego hasta que la comida esté lista.

10. Cada niño es especial, y cada hijo tiene necesidades especiales. Cada uno ve de una manera completamente única. Sostén una imagen de cada hijo en tu corazón. Sorbe su ser, mientras le deseas lo mejor.

11. Hay tiempos muy importantes en los que necesitamos practicar el ser muy claros y muy fuertes e inequívocos con nuestros hijos. Permite que esto provenga tanto como sea posible de tu conocimiento y generosidad y discernimiento, en vez del miedo, de la arrogancia, o del deseo de controlar. La crianza de los hijos en la atención plena no significa el consentir demasiado, el descuidar o el ser débil; ni tampoco significa el ser rígido, dominante y controlador.

12. El mayor regalo que le puedes dar tu hijo es tu mismo. Esto significa que parte de tu trabajo como padre es seguir creciendo en el auto-conocimiento y en la percepción. Tenemos que estar bien asentados en el momento presente para compartir lo que es más profundo y mejor en nosotros. Éste es un trabajo continuo, pero puede avanzarse reservando un tiempo para la contemplación silenciosa, en cualquier forma que sea cómoda para nosotros. Sólo tenemos el ahora. Permitámonos usarlo lo mejor posible, para el beneficio de nuestros hijos, y el nuestro propio.

por Myla y Jon Kabat-Zinn

martes, 7 de octubre de 2008

EL MONO Y EL PEZ ("Un buda" Director: Diego Rafecas)

domingo, 21 de septiembre de 2008

CABALLOS

“Un caballo te matará”. Así lo había afirmado la pitonisa aquella lluviosa tarde de invierno, veinte años atrás, cuando Bernardo y su amigo Daniel, azuzados por un par de botellas de vino barato, habían acudido a su consulta para burlarse de la anciana y dejarla en evidencia. Al principio el suceso le había hecho reír, sin duda la pitonisa, ofendida en su orgullo y descubierta en su falsedad había intentado salvar los muebles lanzando aquella invectiva, a modo de maldición gitana como último recurso, tratando sin duda de asustarlos. Luego, unos meses más tarde, ocurrió lo de Daniel. El atraco en plena noche y la puñalada, mortal de necesidad, que segó la vida de su amigo. “Tú morirás a hierro”, le había vaticinado la pitonisa a Daniel aquella misma tarde de invierno.
A partir de entonces, el carácter de Bernardo se había ido ensombreciendo poco a poco. Primero empezaron los sueños, terribles pesadillas en que caballos desbocados lo arrasaban en plena calle o se veía caer de la grupa y fracturarse el cuello. Después, aquella frase empezó a convertirse en un constante repiqueteo en sus oídos. “Un caballo te matará”. Aquella frase y aquel animal terminaron obsesionándolo. Sentía pavor cada vez que oía acercarse una calesa y huía veloz a refugiarse en el primer soportal disponible, sin atreverse a salir hasta que el sonido de los cascos lejanos avisaba de que el coche de caballos desaparecía al final de la calle.
De nada sirvieron las consultas a médicos y psiquiatras. Los especialistas le aconsejaron que intentara acercarse a los caballos, que se enfrentase a su miedo, la única manera a su juicio de superarlo. Pero Bernardo se negaba en rotundo. Le espantaba la sola idea de estar cerca de una de esas bestias. Como último recurso, el consejo de su galeno fue que, al menos, se rodeara de objetos relacionados con los caballos: pinturas, figuras u objetos relativos al mundo equino, como primer paso para superar su enfermiza obsesión antes de poder acercarse a un caballo de carne y hueso. Desesperado, Bernardo transigió, y así su casa se fue plagando de efigies ecuestres, de cuadros, alfombras, lámparas, maceteros y todo cuanto pudo recolectar a lo largo de los años que representara, al completo o parcialmente a un caballo. Su hogar se convirtió en su refugio los años siguientes. Se separó de amigos y familiares y se enclaustró entre aquellas paredes forzándose a sí mismo a contemplar y a convivir cada día con aquellos corceles de óleo, metal o tela que le rodeaban y que parecían desafiarle con su mirada arrogante e indomable. Cada vez salía menos a la calle, salvo para lo imprescindible, volviendo luego a su refugio, donde aquellos fetiches parecían, después de tanto tiempo, tranquilizarle y proporcionarle algo de protección, cual si de amuletos totémicos se tratase.

Aquella mañana, el forense dio sus primeras impresiones sobre la causa de la muerte de Bernardo Villaescusa. La señora que se ocupaba de las labores de la casa lo había encontrado tendido en el suelo del patio de la casa, sobre un gran charco de sangre. El finado había debido resbalar en el suelo mojado por la lluvia de la noche anterior, cuando se disponía a regar las plantas, golpeándose en la cabeza al caer con un macetero que le rompió el cráneo, un enorme macetero de bronce sobre cuyo cuerpo sobresalía, desafiante y aún manchada de sangre, la cabeza de un hermoso caballo dorado.

sábado, 20 de septiembre de 2008

SOBRE DERECHOS Y DEBERES

Siempre me ha sorprendido ver en los centros sanitarios de la Junta de Andalucía los carteles informativos sobre los derechos y deberes de los pacientes o usuarios, como se les llama ahora: una larga lista de derechos (30) y una mínima lista de deberes (6). Derechos que todo el mundo exige cuando se tercia –cosa absolutamente normal y nada reprochable- y deberes que una gran mayoría parece desconocer o, simplemente, les importan un pijo. Deberes que incluyen, entre otros, el cuidado del material y el trato respetuoso hacia el personal que les atiende. Y esta desigualdad entre los platillos de la balanza no responde a otra razón más que la obsesión enfermiza de los cargos públicos por lo políticamente correcto, por quedar bien ante los electores, somos los más chachis, supermodernos, el cliente (y la clienta, faltaría más) siempre tiene la razón y toda esa monserga. Así que una parte nada desdeñable de la clientela se envalentona a menudo, sintiéndose respaldada por sus derechos del usuario y se pasa los deberes por el forro de la entrepierna, además de pasarse también varios pueblos. Nunca he visto a nadie montar un pitote por tener que esperar su turno en la cola del banco, o llamar a un funcionario de hacienda “chaval”, “quillo” o “muchacho” o a una funcionaria “muchacha” o directamente, “chocho”. Pero sí lo he visto a menudo en los hospitales al referirse al personal sanitario, especialmente a los que más tratan con paciente y familia, auxiliares y enfermeras.
En los servicios de urgencias la cosa es mucho más sangrante. A menudo se ha llegado incluso a la agresión física. La verbal es moneda corriente. Comprendo que la enfermedad suele ser muy jodida y que todo el mundo quiere que se le atienda de inmediato. Pero también es verdad que mucha gente acude a urgencias para evitar tener que esperar la cita en su ambulatorio o centro de salud y que, no contentos con saturar un servicio y recibir en unas horas las atenciones que por vía normal tardarían semanas, montan el espectáculo acusando al personal de vagos sin sentimientos, pasotas de pijama blanco que tratan a las personas como objetos. No saben, o no les importa, que ese personal esté sometido, además de la presión propia de la profesión, a unas condiciones de trabajo a menudo cercanas a la explotación, muchas veces con contratos basura, con bajas que no se cubren y que tienen que suplir los propios compañeros, y un sin fín de despropósitos que sería demasiado largo enumerar.
Por eso, a veces, el asunto toca fondo y pasa lo que pasa. Imaginad la escena. Servicio de urgencias de un hospital comarcal. Un cliente que lleva varias horas esperando, tras haber sido clasificado en función de la urgencia de su patología, comienza a montar el espectáculo a voz en grito, diciendo que a esto no hay derecho, que se le atienda de inmediato, entrando incluso en zona restringida y molestando, por cierto, con sus gritos al resto de los enfermos. El tipo, finalmente accede a la consulta del médico y allí continúa su monserga ante el facultativo: que si tengo derecho a esto y a aquello y rematando con la socorrida frase “porque a ti te pago yo con mis impuestos”.
Ernesto es médico de urgencias desde hace ya muchos años, arrastra ya las tablas suficientes como para que esta situación no sea nueva. La ha vivido ya otras tantas veces. De modo que Ernesto espera pacientemente a que el cliente acabe de despotricar. Entonces saca del cajón de su mesa una calculadora y aparenta hacer unas cuentas. Tras dejar la calculadora sobre la mesa, mira al cliente y sin perder la calma ni elevar la voz le responde:
- Usted me paga a mí exactamente veinte duros.
Ernesto saca de su bolsillo una moneda de cien pesetas y la pone sobre la mesa.
- Aquí los tiene usted – le dice sin perder la compostura y muy educadamente-. Y ahora, váyase a tomar por culo, que no me sale de los cojones atenderle.

jueves, 31 de julio de 2008

FERREIROLA


Ferrerirola es un pueblito de la Alpujarra granadina, pequeñito, prácticamente deshabitado la mayor parte del año salvo por algunos residentes permanentes en el núcleo urbano o sus alrededores. O al menos así era hace unos 10 años, cuando yo lo conocí. Del carácter de ese pueblo y de sus habitantes puede dar idea la siguiente anécdota que voy a relatar:
Unos amigos entran en el bar del pueblo. El camarero, apoyado sobre la barra, está leyendo el periódico. Uno de los amigos pide un café. El camarero le mira y asiente pero no se mueve y continúa leyendo. Al cabo de unos minutos de prudente espera, el cliente reclama al camarero y le dice:
-Perdone, pero aquí falta un café.
El camarero levanta la vista despacio del periódico y gira la cabeza para mirar al cliente. Con mucha calma le dice:
-A ver si vas a tener tú ahora prisa o algo…

domingo, 20 de julio de 2008

ARQUEOLOGÍA SENTIMENTAL



Hay lugares donde el tiempo parece haberse detenido, donde la vida y la muerte parecen haber llegado a un pacto entre caballeros y el desastre de antaño se convierte en el milagro de hoy. Pompeya es uno de esos lugares. Pudiera pensarse que la visita a la ciudad del Vesuvio le evocará al viajero sensaciones desagradables de desazón por el mucho sufrimiento que pasaron sus habitantes durante aquellos dos días del verano del 79, cuando, bajo el gobierno del emperador Tito, el dios Vulcano desató todo su poder sobre los mortales, sepultando bajo la lava y las cenizas las principales ciudades de la bahía de Nápoles. Esa historia ya se ha contado muchas veces en libros y películas, no me detendré ahora en ella. Quien lo desee puede informarse plenamente de los detalles escabrosos o recrearse con las imágenes inmortalizadas para siempre de los seres humanos y animales que, convertidas en silentes estatuas de escayola, cuentan su historia en silencio desde las vitrinas de los museos o las fotos de los libros.
Sorprenderá a quien no haya pisado las calles empedradas de Pompeya leer que no se trata de una ciudad muerta sino, bien al contrario, de una ciudad rebosante de vida. El excelente trabajo realizado allí por los amantes del arte desde mediados de siglo XVIII y por los arqueólogos a partir de finales del XIX han devuelto a la vida a Pompeya junto a sus hermanas, Herculano y Estabia. Caminar por las calles pompeyanas, asomarse a las puertas de las casas que permanecen cerradas, a sus tabernas, panaderías o edificios públicos supone hoy codearse con cientos de personas de distinta procedencia que hablan en lenguas extrañas, caminan de arriba abajo, entran y salen por sus puertas, se detienen a refrescarse en sus fuentes o a descansar a la sombra de los pórticos del tórrido sol sureño, exactamente igual que hacían sus habitantes hace casi 2.000 años. Esa aglomeración de gente que en cualquier otro lugar podría considerarse un inconveniente, se convierte en Pompeya en la clave para que la ciudad retorne a la vida. Ciudad predilecta de veraneo y descanso de los potentados romanos, los visitantes de hoy en día hace que los faunos danzantes de pinturas y esculturas recobren todo su significado de amor por la vida, que las inscripciones en las paredes o los rótulos de negocios y propaganda electoral vuelva a ser leídas por nuevos ojos, que los pies se detengan recelosos ante el umbral de una casa ante el aviso “Cave canem”: cuidado con el perro. El perro ya no está, pero eso poco importa.
Decía uno de los arqueólogos que trabajan en la ciudad, en una frase particularmente acertada, que lo que se hacía en Pompeya es “arqueología sentimental”. No puedo estar más de acuerdo con esa afirmación. Pompeya no dejará indiferente a nadie con un mínimo de sensibilidad. Si los antiguos egipcios buscaba con la momificación la inmortalidad, Pompeya y sus habitantes la lograron sin buscarla gracias a la erupción del Vesuvio. Revivir en parte sus vidas mientras uno siente sobre su piel el mismo calor de aquel último mes de agosto, mientras contempla el mismo cielo y pisa el mismo suelo tantos siglos después es el mejor homenaje que uno puede hacer a su memoria.



lunes, 16 de junio de 2008


Las ascuas de un crepúsculo morado

detrás del negro cipresal humean...

En la glorieta en sombra está la fuente

con su alado y desnudo Amor de piedra, que sueña mudo.

En la marmórea taza reposa el agua muerta.
Antonio Machado
Del Camino * Soledades (1899-1907)

lunes, 9 de junio de 2008

¿QUÉ ES ÉL?

What is he?
-A man, of course.
Yes, but what does he do?
-He lives and is a man.Oh quite! But he must work. He must have a job of some sort
-Why?
Because obviously he’s not one of the leisured classes.
-I don’t know. He has lots of leisure. And he makes quite beautiful chairs.
There you are then! He’s a cabinet maker.
-No, no
Anyhow a carpenter and a joiner.
-Not at all.
But you said so
-What did I say?
That he made chairs and was a joiner and carpenter
-I said he made chairs, but I did not say he was a carpenter.
All right then he is just an amateur?
-Perhaps! would you say a thrush was a professional flautist, or just an amateur?
I’d say it was just a bird
-And I say he is just a man.
All right! You always did quibble?

¿Qué es él?

-¿Qué es él?
-Un hombre, por supuesto.
-Sí, pero ¿qué hace?
-Vive y es un hombre.
-¡Oh, por supuesto! Pero debe trabajar. Tiene que tener una ocupación de alguna especie.
-¿Por qué?
-Porque obviamente no pertenece a las clases acomodadas.
-No lo sé. Pero tiene mucho tiempo. Y hace unas sillas muy bonitas.
-¡Ahí está entonces! Es ebanista.
-¡No, no!
-En todo caso, carpintero y ensamblador.
-No, en absoluto.
-Pero si tú lo dijiste.
-¿Qué dije yo?
-Que hacía sillas y que era carpintero y ebanista.
-Yo dije que hacía sillas pero no dije que fuera carpintero.
-Muy bien, entonces es un aficionado.
-¡Quizá! ¿Dirías tú que un tordo es un flautista profesional o un aficionado?
-Yo diría que es un pájaro simplemente.
-Y yo digo que es sólo un hombre.
-¡Está bien! Siempre te ha gustado hacer juegos de palabras.

David Herbert Lawrence (1885-1930)

domingo, 4 de mayo de 2008

CONVERSACIONES EN LA CATEDRAL. Y II: SAID


“…Pero no deben haber transcurrido ni cinco minutos cuando cerca se ha sentado otro moreno que, sin saber cómo, está hablando con nosotros mientras bebe un vaso de agua. Se repite la historia de Luisa pero la versión es completamente opuesta. El personaje, de unos 30 años y esta vez negro, dice llamarse Said –nombre de origen árabe, me explica, como si yo no lo supiera- y se presenta como ingeniero*. Va bien vestido y lleva algo enrollado que supongo pretende que son planos, aunque se ve a la legua que es un póster. Lleva también un maletín. Le pido que se acerque y se siente con nosotros. Manifiesta cierto aire de superioridad –me indica que él es más profesional que yo porque es ingeniero y yo “solo” enfermero- por lo que es necesario darle un toque de atención y poner las cosas en su sitio. En seguida cambia el tono y sigue con su discurso.
El país está hecho una mierda por culpa de Fidel. Al principio, la Revolución estuvo bien pero el poder corrompe y ahora es una dictadura. Los cubanos ganan sueldos de miseria y las chicas jóvenes tienen que prostituirse para ganar algunos dólares. Sus madres al principio se oponen, pero cuando llega el dinero a casa la situación cambia y hacen la vista gorda. Y el gobierno lo permite, que es lo peor de todo. La policía hace el paripé y de vez en cuando les llama la atención para que el turista diga “Mira, Fidel no quiere que haya prostitutas en Cuba” pero “todo es una farsa”. El tono de voz de Said es desganado y toda la conversación está llena de gestos y suspiros que viene a decir “qué sabrás tú de lo que pasa en Cuba”.
Sin embargo, reconoce que “todos los pueblos tienen el gobierno que se merecen”. Le pregunto por qué los cubanos no hacen algo para cambiar la situación. La respuesta es simple: es que si te mueves la policía te da leña. “Los policías de La Habana son muchos de provincia y solo les permiten quedarse en la capital si ejercen la represión”. Le contesto que, naturalmente, la policía de una dictadura está para reprimir pero que tanto en Chile como en Argentina o España la gente luchó en la calle por la democracia a pesar de la represión policial. Said me contesta con evasivas.
Le he ofrecido tomar algo pero no lo acepta porque “no me pasaría por la garganta”. Con ese dinero, nos cuenta, podría comprar cosas que necesita para su casa y para su hija. Al final, se lleva en metálico el importe de la bebida “para su casa” y algunos regalos –globos, bolígrafos y lápices- para su hija, de la que ni siquiera nos ha mostrado una foto. Quizá no es fácil hacerse fotos en La Habana o quizá esa hija no existe. Quién sabe.
En una misma mañana y a pocos metros de distancia, Fidel ha pasado de ser Dios a ser el diablo. Son las dos caras de Cuba.”

* He cambiado el nombre y la profesión de Said por motivos obvios.

sábado, 3 de mayo de 2008

CONVERSACIONES EN LA CATEDRAL. I: LUISA


¿Por qué Cuba? Por un cúmulo de razones. La perla del Caribe era un destino soñado desde los años de adolescencia. A ello contribuyeron fundamentalmente el descubrimiento de la música de Silvio Rodríguez y Pablo Milanés por un lado y el primer interés por la política de otra parte. Digamos que yo aquí encontraba una seria contradicción entre las letras de los cantautores de la Nueva Trova, reivindicando la libertad para dictaduras como la chilena –por aquel entonces Pinochet era el amo y señor del país- mientras defendían a capa y espada el sistema castrista. Por otra parte las noticias que me llegaban sobre Cuba eran siempre muy sesgadas: o era la maravilla, con sus problemas, sí, pero siempre por culpa del capitalismo y la presión de los EEUU; o era un régimen diabólico del que había que liberar a los cubanos cuanto antes. De modo que ya por entonces- mediada la década de los 80- me prometí que algún día iría a Cuba para ver de primera mano que pasaba allí, hablar con los cubanos de la calle y juzgar por mi mismo.
Tuvieron que pasar 15 años para que cumpliera aquella promesa. Cierto es que para entonces ya tenía una opinión más formada al respecto pero mi interés por conocer Cuba no había decaído. Mariana también tenía muchas ganas de ir, de modo que decidimos aprovechar el viaje de bodas para saltar el charco. En mi caso influyó también el hecho de que Fidel estaba ya por entonces muy mayor, aunque ha aguantado 10 años más en la poltrona, pero eso entonces no lo sabíamos. Lo cierto es que la Cuba castrista, independientemente de la opinión que se tenga de ella, era entonces un momento histórico que nadie sabía cuanto más iba a durar y si quería conocerla debía ser en aquel momento.
Viajamos a Cuba, conocimos la opulencia de los hoteles y la carestía en la calle, anduvimos por la Habana y Santiago y, sobre todo, hablamos con mucha gente: personas mayores, jóvenes profesionales, un chica de 20 años con un hijo de 5 que mantenía una ilusión en la sonrisa y unas ganas de vivir como no hemos conocido a esta parte del Atlántico… De todas esas conversaciones, destaco dos que reflejé en mi diario de viaje. Ambas tuvieron lugar en La Habana vieja, en las inmediaciones de la Plaza de la Catedral y durante la misma mañana. Y ambas me dieron una clara imagen de las dos caras de la visión del castrismo en la calle.

“Jornada cuarta (30/IV/98)

…como por arte de magia, a nuestro lado se ha sentado una señora de unos sesentaipico o setenta años que nos pide algo de dinero o regalos…Sin embargo, tras regalarle unos bolígrafos que agradece con el alma sigue a nuestro lado y comienza a largar por esa boquita. Se llama Luisa, cobra una pensión de 68 pesos mensuales y no come carne desde las pasadas navidades. Las cartillas de racionamiento solo reparten dos trozos de pollo para los niños. A ella esta semana le toca comer chícharos.
Sin embargo, a pesar de todo, ella cree en Fidel
hasta la muerte. La culpa de todo esto la tiene el bloqueo, aunque Castro podría hacer un poco más por el pueblo. Pero es normal que las cosas sean para los turistas, porque lo que él quiere son divisas para el país. Los males de Cuba provienen de los malditos contrarrevolucionarios que no pueden ver cómo el país está progresando. Incluso los robos a los turistas que se producen en La Habana y otras zonas son por su culpa: ellos pagan para que se produzcan y así los viajeros cuando vuelven a su país de origen recomiendan a sus amigos: “¡No vayan ustedes a Cuba que allí les roban!”.
Fidel es demasiado bueno. “Miren todos esos negros y negras que se prostituyen y no hacen más que pedir. Para ellos es más cómodo que trabajar. ¡Con esas manazas negras tan buenas para el trabajo en el campo! Son unos desagradecidos, porque Fidel les dio la libertad y así se lo pagan”.
Le pregunto que cree ella que ocurrirá cuando Fidel muera. Se echa las manos a la cabeza: “¡Ay no, por Dios!¡Que no se muera nunca!”. Insisto, pero algún día se morirá. Entonces todos esos se van a enterar. Porque Raúl –Castro- no es tan bueno y va a meter en vereda a todos esos vendidos. Y los yankies intentarán caer sobre la isla y “algún día lo conseguirán, pero les va a costar sudor y sangre, porque yo ya estoy vieja pero estas manos todavía pueden servir para curar heridos…”.
Para Luisa “Fidel es Dios”, le tiene en un pedestal. El es bueno y nunca miente. Cuando una le oye hablar se queda embobada porque explica tan bien las cosas…El ya “nos lo advirtió. Nos dijo: “Guarden toda la ropa que tengan, no boten nada. Lleven los zapatos rotos a arreglar porque las cosas se van a poner muy duras”. Nadie puede decir que él no avisó de lo que se avecinaba.
Él es muy bueno y de conducta ejemplar. Como ejemplo nos cuenta la historia de Ochoa. “¿No oyeron ustedes el cuento de Ochoa?”. El tal Ochoa era uno de los antiguos barbudos de la Sierra Maestra que obtenía fondos para la guerrilla de Angola. Pero se descubrió que guardaba el dinero en una caja fuerte como…(busca entre las ventanas de la plaza un tamaño semejante pero todas son demasiado grandes. Por fin encuentra lo que busca) “como aquella de allá”. Fidel le coge y le dice: “Ochoa, tu eres mi hermano, eres mi sangre aunque no tenemos la misma madre. Pero deja de hacer esas cosas porque voy a tener que hacer algo que no quiero hacer”. Pero Ochoa sigue en sus trece y acumula dinero y televisores y frigoríficos que luego vende. Así que al final Fidel tiene que fusilarlo. Castigo ejemplar porque “nosotros tenemos que dar ejemplo”…
…En resumen, ella trabajaba en el campo y sabe lo que era vivir bajo el yugo del dictador Batista. Su padre era campesino y le dieron un terruño lleno de piedras que ellos tuvieron que trabajar con el arado –Luisa se emociona al recordarlo-.Cuando al fin consiguieron que la tierra fuese productiva, el terrateniente les dijo que tenían que marcharse y se vieron en “el camino”. Su padre le dijo a su vecino: “No cultive mucho. Nomás lo que les de para comer porque si no les van a botar como a nosotros”. Ahora su hijo vive en el campo y ella cuando puede le manda algo de ropa.
Pero si Fidel es bueno, ¡qué decir del Ché! ¡Ese sí que era un santo! “Cuando Raúl llegue al poder hará lo mismo que él hizo cuando llegó a La Habana”. Cuando el Ché entró en la universidad y “vió a aquellos estudiantes sin sus partes, sin sus uñas” no dio tregua y ordenó matar a todo el que llevase uniforme azul –la policía, se entiende-. Fidel le dijo que debía esperar porque había que realizar un juicio justo. El Ché le contestó que los estudiantes no lo habían tenido: “yo ya he hecho mi juicio y he condenado”.
Conclusión de la charla, Fidel es Dios y a pesar de todo la Revolución vale la pena cueste lo que cueste, aunque se cobre una pensión miserable y haya que comer chícharos toda la semana. Un último consejo, que no nos acerquemos al mercadillo porque seguro que nos vana robar. Basta que uno meta la mano en el bolso para verse rodeado por una multitud como buitres al acecho de lo que puedan conseguir, aún a base de empujones.
Nos despedimos de ella con la promesa de verla por la noche y darle unos pantalones para su hijo.”
P.D. No nos robaron en el mercadillo.

jueves, 1 de mayo de 2008

SANTIAGO

Tal día como hoy, 1 de mayo de 2008, pero hace ahora exactamente diez años, me encontraba yo junto a mi mujer, estrenando matrimonio, al otro lado del charco, concretamente en Santiago de Cuba. De modo que me he puesto a recordar y he decidido dar un poco la murga con algunos recortes de mi diario de viaje. Es mi intención que sean una serie de entradas, donde además explicaré el por qué decidimos viajar a Cuba, lo que pretendía al ir allí y lo que conseguí con el viaje. Pero hoy toca lo que toca y por tanto me saltaré la cronología para pasar directamente al quinto día del viaje, correspondiente al día de hoy. Advierto ya que los sucesos que narro son de lo más banales –no para mi, claro, me refiero a los posibles lectores. Lo aclaro para que quien quiera se lo salte directamente a la espera de nueva temática en las entradas, porque además me temo que la cosa va a ser larga. Advertidos estáis.

“Jornada quinta (01/V/98)

Primero de mayo. El día del trabajo aquí no es como en España: en Cuba es la fiesta grande. Hoy es el día de los grandes desfiles. El gobierno pretende que salga más gente a la calle que cuando vino el Papa. Para ello, el propio Fidel presidirá el desfile en La Habana y su hermano Raúl aquí, en Santiago. Lástima que cuando nos hemos enterado era ya demasiado tarde.
Como hoy es “feriado”, la chica del buró de turismo no viene a trabajar, con lo cual se nos joden todos los planes de organizar excursiones a la Sierra Maestra y de confirmar los vuelos. En seguida los taxistas se ofrecen para hacernos el mismo recorrido que las agencias por Santiago y en el mostrador de al lado nos recomiendan alquilar un coche. Pero después de pensarlo un rato y en vista de que probablemente hoy todo va a estar cerrado, decidimos ir a visitar la playa de Bucanero, conocer el Caribe y, si es posible, hacer buceo. Tal vez por la tarde demos una vuelta por el centro.
Un taxi nos lleva por 12$ hasta la playa, haciendo el recorrido por la carretera del Parque Baconao. Pasamos junto al parque zoológico y al Árbol de la Paz –ceiba centenaria donde las tropas españolas entregaron Cuba a los EEUU al final de la guerra.
El camino desde las afueras de Santiago es impresionante. Desde la Ceiba en adelante –Loma de San Juan-, comienza el Parque, el más grande de Cuba, que tiene una extensión de 80.000 hectáreas y se sitúa a caballo entre la Sierra Maestra y el Caribe. La sierra queda a hora a nuestra izquierda. En realidad, esta es la margen más meridional de Sierra Maestra y también la de menor altitud. Hacia el noroeste quedan las cumbres más altas donde los barbudos de Fidel montaron su refugio. Aquí la vegetación es más abundante que en Pinar del Río, aunque sin llegar a ser exuberante. Tiene más bien aspecto adehesado, si bien los árboles son de gran tamaño y la presencia esporádica de las palmas nos viene a recordar que estamos en el Caribe.
Esta carretera conduce también a la granjita Siboney, de donde partió el ataque al cuartel de Moncada el 26 de julio de 1.953. A los lados del camino existen monumentos de homenaje a los caídos durante el asalto, en los que figuran el nombre y profesión de las víctimas. Son en total 26, 20 al lado derecho y 6 al lado izquierdo.
Tomamos un desvío hacia la derecha y al poco aparece el mar Caribe. Tiene un color azul intenso y como era de esperar con mi suerte para el mar, hoy –excepcionalmente- está algo picado. Normalmente está como un plato pero hoy Paco Guerrero quiere hacer buceo. Al menos el día está espléndido y hace un sol de justicia.
¡¡Quién lo iba a decir!! El centro de buceo “Bucanero” está cerrado. Los chicos se han ido al desfile, como buenos patriotas, aunque el taxista nos informa que ellos tienen motos y que probablemente llegarán más tarde, porque el desfile ya habrá terminado…ante la perspectiva, optamos por esperar y disfrutar de la playa.
El sitio es muy bonito. La costa es rocosa, como en toda la vertiente sur de la isla, pero aquí forma una calita de arena donde Hay un pequeño malecón, un bar, tumbonas –que para asombro nuestro son gratuitas- y algunos sombrajos de palma. Como el calor aprieta, nos damos un baño. La arena llega justamente hasta donde comienza el agua. Aquí el fondo está compuesto por rocas y guijarros. No me extrañaría que la playa fuese artificial. Además, el oleaje hace que andar hacia el mar sea una carrera de obstáculos, pero el agua está tibia y vale la pena el chapuzón. Aquí el mar parece tener mayor contenido de sal. Tengo que acordarme de comprobarlo cuando lleguemos a casa.
Tras el baño, un poco de sombra porque el sol aprieta. Los del club de buceo siguen sin dar señales de vida y en el bar me dicen que es probable que no abran. Para colmo ni siquiera hemos traído el equipo ligero, aunque el agua está algo sucia y el oleaje hace que andar por las rocas sea algo seriamente comprometido. Hace tiempo ya, sin embargo, que he decidido que los inconvenientes no me amarguen el día, así que disfrutamos de lo que tenemos, que no es poco.
Damos un paseo de exploración y vemos todo tipo de pájaros, sin prismáticos porque los hemos dejado en el hotel de Santiago, y oímos el ruido de algo grande que se mueve entre la maleza. Mariana ve un rabo enorme que se esconde, probablemente se trata de iguanas. En efecto, al poco aparece la cabeza de un enorme reptil recortada contra el cielo azul y poco a poco comienza a descender con torpeza la ladera del acantilado. Es un animal imponente que le trae a uno imágenes de eras geológicas pasadas, cuando los grandes saurios se movían a sus anchas por el planeta.
Seguimos un poco más adelante buscando pozas en las rocas. El terreno se vuelve peligroso. La roca es volcánica, con bordes cortantes y picos puntiagudos, y en algunos lugares la piedra está suelta. Un cartel indica que no se camine a partir de esa zona, límite de la playa. A pesar de todo decidimos seguir adelante. Encontramos pozas pero, para mi asombro, apenas hay vida visible en ellas. Poco más que unos bienios muy parecidos a los nuestros y algunos cangrejos. Nada más. Ni otros peces, ni erizos, ni estrellas, ni siquiera bajo las piedras.
Desde el acantilado veo acercarse un hombre. Es negro, con bigote, y viste camisa blanca y pantalón oscuro. A poco se encuentra hablando con Mariana. Me acerco a ellos. Dice ser vigilante de seguridad del hotel y se ha acercado porque estaba preocupado por nosotros. Después de algo de charla, nos indica que si queremos podemos comer algo en el restaurante. Aquí nadie pierde el tiempo…
De vuelta a ala playa vemos un enorme cangrejo rojo. He leído algo acerca de estos crustáceos. Al parecer, viven en las montañas y en estas fechas bajan al mar a desovar. Sobre el mes de junio, los cangrejitos recién nacidos hacen el camino contrario, del mar a la montaña. De hecho, este ejemplar, el único que vemos vivo, va completamente cargado de huevos, así que lo dejamos en paz tras hacerle unas fotos.
Detrás del bar se abre un desfiladero muy atractivo. Decidimos explorarlo un poco pero el atuendo de Mariana no es el más apropiado y es atacada por una colonia de avispas, Al intentar ayudarla sufro también el ataque. Resultado: Mariana 5-avispas 0. Mi cuerpo solo ha recibido un picotazo en el brazo, ella varios en la espalda y un brazo. Pedimos hielo en el bar de arriba para bajar la hinchazón. Allí, detrás de la barra, está el hombre de la playa, el “seguridad”, que antes que nada nos pregunta si vamos a consumir algo. Nos ponemos hielo mientras tomamos unos zumos de naranja. El camarero nos recomienda que le pidamos al cocinero de abajo unos dientes de ajo y nos frotemos las picaduras. Así lo hacemos y el remedio resulta ser milagroso. A partir de ahora deberemos incluir en la mochila un par de dientes de ajo como botiquín de urgencias.

Resto del día sin incidencias. Comemos langosta “grillé” a buen precio y muy rica en el bar de la playa Durante la comida, un enorme macho de iguana persigue entre las mesas a una hembra que no parece estar muy por la labor de dejarse querer. Al fin, después de mucha tenacidad, conseguirá su propósito.
Hacia las 16 h decidimos poner rumbo al hotel para aprovechar la tarde. Durante la mañana se nos ha acercado un taxista compañero del que nos trajo, para ofrecernos sus servicios cuando tuviésemos a bien marcharnos. Ahora que lo tenemos a bien lo que no tenemos es taxi: el hombre no aparece por ningún lado. Pregunto en el bar y nos piden un taxi por teléfono. Mientras esperamos a la sombra una iguana comienza a bajar por las escaleras pero, como le cerramos el paso, se para a observarnos. Ante lo obstinado de nuestra presencia opta por cambiar de trayectoria y trepa por una roca junto a nosotros.
Al cabo de media horade espera parece el taxista de la playa. No tengo ni idea de cómo se ha enterado –supongo que por la radio- porque desde el bar han llamado a un taxi de Santiago cuando él no estaba presente. Cuando llegue el otro taxi, el tipo del bar va a tener que pagarle el servicio “porque ayer me hizo lo mismo”. No me extrañaría que todo fuese un montaje para intentar cobrar los dos. Montamos en el taxi y por el mismo precio -12$ USA- llegamos al hotel. En realidad el viaje cuesta entre 14$ y 16$, pero como hay poco turismo el precio queda fijado en 12 y cuando el taxímetro marca dicha cantidad, simplemente se apaga. Por el camino pasamos por una playa preciosa utilizada por los cubanos. Es una playa de arena pero su peculiaridad radica en los grandes árboles que dominan el paisaje –quizá ceibas- y que llegan hasta la misma playa. El conjunto resulta llamativo para los que no estamos acostumbrados a ver en la costa otro tipo de árbol que no se aun pino piñonero.
La tarde sigue siendo calurosa. La provincia de Oriente es la zona más cálida de Cuba. Aquí es normal llegar a los 40º C en verano y por debajo de 25º la gente usa mantas. Pero hoy no hace tanto, así que es posible salir a pasear. Tomamos un taxi para cubrir los dos kilómetros y medio que separan nuestro hotel del centro de Santiago. Naturalmente por todo el camino siguen abundando las pintadas –“Desde las cuadras crece mi país”- firmadas por los CDR. Bajamos en el parque Céspedes, el supuesto centro neurálgico del pueblo santiaguero, pero como hoy es feriado, la calle y la plaza están casi vacías y nos sentimos el centro de atención. No se por qué el ambiente sigue resultándome hostil, no me siento cómodo.
En una esquina de la plaza está el hotel “Casa Granda”, magníficamente situado y la mitad de caro que el nuestro. Lástima no haberlo sabido antes. El resto de la plaza no ofrece grandes alicientes –o quizá no tengo el espíritu predispuesto-: la catedral no es ninguna maravilla y además no es la original, derribada por varios terremotos. Sí merecen la pena el ayuntamiento –enfrente del templo- desde donde Fidel dio su primer discurso tras la huida de Batista el 1 de enero del 59, y la casa de Diego Velásquez, considerada la casa más antigua de Cuba. Bajamos por la calle Heredia hasta la “Casa de la trova”. Es un local pequeño, con unas pocas sillas y las paredes repletas de retratos de viejas glorias del trovo popular. Hasta las 8,30 de la tarde no comienzan las actuaciones y solo son las 7. Ante la perspectiva de esperar hora y media y el continuo acoso –con personajes muy distintos a los que encontramos en La Habana- decidimos volver al hotel probar suerte quizá mañana, cuando las calles estén más transitadas.
Santiago es un mar verde. Desde la última planta del hotel tenemos una panorámica espléndida de la ciudad. El casco urbano, que se extiende en todas direcciones, no solo está rodeado por la vegetación y la sierra sino que cientos de pequeñas y grandes zonas verdes salpican el interior de la ciudad. Por todas partes hay jardines, siendo este para mí uno de los mayores atractivos de Santiago”

jueves, 24 de abril de 2008

EL TIBET DE IBARRETXE


Su Santidad Ibarretxe ha comparado estos días la situación del País Vasco con la del Tibet y China. Afirma Su Santidad que «al igual que el Dalai Lama dice que respeta profundamente a China, yo también respeto profundamente a España» y que «es muy difícil entender que pueblos tan grandes tengan tanto miedo a pueblos pequeñitos, como el pueblo de Tíbet o el pueblo vasco». Seguramente Su Santidad lo dice porque España invadió en su día el País Vasco, aunque curiosamente el Lehendakari no ha tenido que exiliarse a Francia y puede seguir disfrutando de su cargo como gobernante en Euskadi.
O a lo mejor, a lo que se refiere Su Santidad es a la opresión que el Estado Español ejerce sobre el pueblo vasco, haciendo todo lo posible para destruir su lengua y su cultura, encarcelando a quienes manifiestan sus ideas nacionalistas y reprimiendo violentamente cualquier manifestación pacífica de los vascos en pro de su independencia. ¿Quién no ha visto con asombro y repugnacia las imágenes de la guardia Civil y el ejército español aporreando y disparando a los sacerdotes vascos que protestaban por la situación de Euskadi o entrando a saco en los conventos para detener a monjes y monjas?
O puede ser que su Santidad Ibarretxe haga esta comparación basándose en la ingente cantidad de vascos nacionalistas que se han visto obligados a exiliarse a causa de la violencia que sobre ellos ejerce el Estado Español o los propios vascos no nacionalistas. Es bien sabido por todos que en Euskadi quien se atreve a hablar en voz alta sobre el derecho de autodeterminación del pueblo vasco se expone a graves consecuencias, viéndose obligado a llevar escolta, a ver su nombre dentro de una diana en pintadas callejeras, a cambiar sus itinerarios por miedo a un atentado, recibiendo amenazas de tipo mafioso o a ser acusado de fascista por los radicales españolistas.
Será que en el resto de España vivimos en la inopia y no comprendemos nada. Pero al parecer todos somos cómplices de tamaña barbarie. Hagamos puyas para que el Buda Sakyamuni nos ilumine a todos y podamos comprender. Tashi delek, Su Santidad. Que las condiciones interdependientes sean buenas y auspiciosas.

viernes, 11 de abril de 2008

NEANDERTALIA


Hay un periodo de nuestra historia que particularmente me fascina. Para ser exactos, no debería denominarlo historia porque las definiciones actuales lo clasifican como prehistoria. Tampoco nos vamos a pelear por eso. El caso es que el periodo al que me refiero se dio durante la última glaciación –la de Würm- y se prologó nada menos que durante 10.000 años, más o menos el periodo que abarca toda nuestra historia desde el neolítico hasta la era Zapatero. Por aquel entonces en la mayor parte de Europa hacía un frío del carajo –con perdón- y el paisaje esta cubierto en su mayoría por hielos y nieves perpetuas, salvo honrosas excepciones, verbigracia, el sur de nuestra península sin ir más lejos. Debió ser aquella una época muy dura para todos, animales y humanos, pero de una belleza salvaje difícilmente repetible, con una fauna magnífica compuesta por inmensos mamuts como pequeñas montañas, bisontes y enormes osos y leones de las cavernas.
Pero con ser ya de por sí magnífico el marco ecológico de aquel periodo, no es eso lo que lo hace fascinante. A ese fondo natural se une la trama más apasionante, maravillosa e irrepetible de cuantas haya podido vivir nuestra especie y de cuantas pueda vivir jamás. Y es que en ese tiempo y sobre la tierra que ahora pisamos convivieron durante 10.000 años dos humanidades distintas, dos especies de humanos semejantes en muchos aspectos pero radicalmente diferentes en otros. Me estoy refiriendo, naturalmente, a neandertales y cromañones –los sapiens, nuestra propia especie-.
Dicen los científicos que los neandertales fueron una especie autóctona, surgida en Europa, y cuyas poblaciones dominaron en exclusividad las tierras que se extienden desde Portugal hasta Oriente Medio durante todo el paleolítico medio. Eran seres muy duros, recios, perfectamente adaptados a la vida en aquella Europa glaciar y salvaje pero muy alejados de esa imagen de brutos ignorantes, medio monos y encorvados, con las que se les asoció durante mucho tiempo y con la que aún hoy les asocia mucha gente. Salvo por algunos rasgos anatómicos, los neandertales eran muy parecidos a nosotros. Aparte de la robustez de su cuerpo, nos llamarían la atención sus rasgos faciales: una frente huidiza y un cráneo alargado, unos arcos superciliares muy marcados, una nariz ancha y chata –muy útil para calentar el aire gélido de aquellos años- y una barbilla recogida, sin mentón. Admirables cazadores, este grupo humano compartió con nosotros muchas de las características que hoy consideramos comunes a nuestra especie: la vida en familia, el cuidado de lo enfermos, algún determinado tipo de medicina –los fósiles demuestran que algunos individuos sobrevivieron a enfermedades que les habrían llevado a una muerte segura de no contar con cuidados por parte del grupo-, la fabricación de utensilios de piedra muy elaborados, el enterramiento de sus muertos y –quizá- algún tipo de arte. Y sin embargo, no eran Homo sapiens, sino otra especie de hombre que en algún momento de su historia se topó con nosotros, que llegábamos desde el este habiendo subido desde el continente africano.
Me pregunto como sería este encuentro, un encuentro mil veces repetido en mil lugares diferentes a lo largo de esos diez milenios de contacto. Me pregunto si convivieron o simplemente se toleraron, si aprendieron unos de otros, si llegaron a mezclarse o tuvieron algún tipo de descendencia. Y me pregunto sobre todo porqué desaparecieron los neandertales al final de ese periodo y solo quedamos nosotros como únicos representantes de la humanidad.
No se fueron del todo. Tengo algunos restos de sílex tallados que he recogido en mis excursiones campestres. Son algunas puntas, raederas y cuchillos tallados por manos neandertales. Me gusta manosearlos e imaginar quién fabricó aquello hace 25 o 30.000 años, si sería quizá el último representante de su especie, el último mohicano de una raza que dominó un continente durante casi 300.000 años y que un día entregó su cuerpo a la tierra junto con sus herramientas de caza, tras recordar quizá muchas noches junto al fuego, al lado de su grupo, mientras hablaban sobre aquellos seres extraños de piel oscura que un día aparecieron en sus tierras y terminaron haciéndose los amos del territorio y de la caza. Poco podía imaginar aquél neandertal que después de tantos milenios, al manosear aquellas piezas, un descendiente de aquellos pioneros del este le recordaría todavía, aun si haberle conocido jamás.

domingo, 6 de abril de 2008

AU CLAIRE DE LA LUNE


Corría el año 1854 en París. En su estudio, Monsieur Édouard-Léon Scott de Martinville, impresor, librero, escritor e inventor, andaba corrigiendo unos grabados para un texto de física. Entre esos grabados encontró unos dibujos de anatomía del oido interno. Martinville era un hombre culto que al estar en contacto con textos de diversas disciplinas por su condición de impresor, estaba al corriente de las últimas novedades científicas. De modo que al ver aquellos dibujos se propuso inventar un mecanismo que imitase la función del oido y que permitiese grabar el sonido en un soporte físico, como hacía la fotografía con la imagen. Faltaban aún casi 20 años para que Edison inventara el fonógrafo, cuando Monsieur Scott de Martinville entregó su diseño en un sobre sellado a la Academia Francesa. El 25 de marzo de 1857 recibió la patente francesa #17,897/31,470 por el fonoautógrafo. Este aparato mecánico sustituía el tímpano por una membrana elástica y los huesos del oido por una serie de palancas, que movían un estilete que presionaría en una superficie de papel, madera o vidrio cubierta por negro de humo.

El invento de Martinville apenas pasó de ahí, de una patente archivada y vendida a algunos laboratorios de investigación, fundamentalmente porque aunque el inventor había descubierto supuestamente el método para grabar el sonido, desconocía el método para reproducirlo. Lo cual significa que el francés nunca pudo oir sus grabaciones. Y los demás tampoco.

Luego llegó Edison con su fonógrafo y asombró al mundo con su grabación de "María tenía un corderito" (1877) y la captura de un fragmento del oratorio de Haendel en un cilindro de cera, considerada hasta hoy por los expertos la grabación más antigua que se conserva. Hasta hoy, porque unos investigadores de Berkeley acaban de localizar en un archivo de París una grabación de diez segundos realizada con el "fonoautógrafo"de Martinville en 1860, es decir, diecisiete años antes. Al parecer existen grabaciones aún más antiguas pero están tan deterioradas que no es posible oir nada en ellas (tengamos en cuenta que el soporte es un papel ennegrecido con humo, por lo que ya constituye un auténtico milagro que haya llegado alguna hasta nosotros). Esta grabación de 1860 es un fragmento de una cación infantil francesa, titulada Au claire de la lune (Al claro de la luna). Se trata por tanto de la grabación sonora más antigua conservada de la historia y a mi particularmente me pone los pelos de punta.

Aunque sea con casi siglo y medio de retraso, al fin Édouard-Léon Scott de Martinville ha visto reconocido su invento y hoy sabemos que si bien Edison fuese el primero en reproducir el sonido no fue el primero en grabarlo.

Aquí está la grabación original:



Y aquí un versión actual de la misma canción:




Está claro que lo de Monsieur Scott de Martinville era inventar y no cantar...

martes, 25 de marzo de 2008

EL ESTIERCOL Y LAS FLORES

Hace unos meses, volviendo del trabajo, tuve un encuentro sorprendente. Un par de días antes me había llamado la atención el cadaver de un animal atropellado en el arcén de la carretera. No me parecía un perro ni un gato, tenía un color marrón y el pelo basto. A decir verdad, la primera impresión que me causó es que parecía un castor, cosa harto improbable y que deseché de inmediato, naturalmente. Sin embargo, la curiosidad pudo conmigo y aquel día decidí parar a un lado y bajar del coche a ver que demonios era aquel bicho.
Resultó ser una nutria, cosa no tan sorprendente como hubiese sido un castor, pero sí lo suficientemente llamativa en el lugar donde estaba, a la entrada ya del casco urbano y en una zona de marismas y salinas a un lado de la carretera y una laguna de agua dulce al otro. Era un animal corpulento, probablemente un macho que en vida debió ser una ejemplar admirable. Pero en aquellos momentos, sinceramente, daba pena verlo: inerte, destripado, algo hinchado ya y con el interior medio devorado ya por las larvas de los insectos. Le hice una foto -que no pongo aquí porque la imagen no es muy agradable- para dejar constancia del hallazgo, y continué con mi vida y la nutria con su muerte.
Estuve tentado de recoger el cráneo una vez limpiado por las hormigas y durante un tiempo iba echando un ojo cada vez que pasaba por el lugar para ver como estaban los restos, pero nunca volví a parar y allí se quedó el cuerpo, sufriendo su descomposición natural sobre el asfalto.
Ha pasado ya casi un año desde aquel día y hoy aquel cadaver se ha convertido en un montículo, una pequeña colina de apenas unos pocos centímetros de altura. El tiempo, el agua, los insectos y la tierra han obrado la transformación. Y la vida, que sabe aprovechar las ocasiones, ha colonizado esa pequeña isla de nutrientes que se ofrece generosa sobre el asfalto estéril. Con la primavera y las primeras lluvias han llegado las plantas. La pequeña colina está ahora revestida de un manto de hierba verde que alegra ese rincón de alquitrán gris. Estoy seguro de que en unos días llegarán las flores y lo que en tiempos fue un vivaracho mustélido acuático será al fin un surtidor de polen para que los insectos se cobijen, las abejas fabriquen su miel y los conductores ociosos recreen su vista con bellos colores.
Y eso me ha dado que pensar que la podredumbre y las flores son las dos caras de una misma moneda, que unas no pueden vivir sin la otra y que hacer distinciones sobre la bondad de unas y la maldad de otra no tiene en el fondo mucho sentido. Saber ver las flores en el estiercol y el estiercol en las flores y comprender que así es como deben ser las cosas y que así hay que aceptarlas. Y que si uno acepta disfrutar de las flores debe también aceptar el estiercol y darle el sitio que se merece.
Así, la nutria convetida en montículo y su manto verde se han convertido en inesperados maestros que me han mostrado el camino de la aceptación de uno mismo, con su estiercol y con sus flores. Y por eso, hoy solo puedo darles las gracias.

jueves, 20 de marzo de 2008

TOCANDO FONDO

Estos días ando pasando una mala racha. Podría achacarlo a la astenia primaveral, pero eso sería echar balones fuera. Lo cierto es que me siento insatisfecho porque no soy como me gustaría ser o como pienso que debería ser. Esa insatisfacción me hace estar de mal humor, no soy capaz de aceptar esa realidad y eso perturba mi visión del mundo y de las personas. Todo lo veo a través de ese filtro, todo me molesta y cualquier cosa me hace saltar de forma incontrolada. Lo malo de esto es que afecta a las personas que tengo alrededor y a las que más quiero: a mis hijos y a Mariana. Ninguno de ellos es responsable de mi ira pero es más sencillo descargarlas sobre ellos que asumir mi propia responsabilidad.
La parte positiva es que soy consciente de ello y se como debo actuar, aunque de momento no sea capaz de controlarlo. Reconozco el problema y su causa y, por tanto, ya he dado el primer paso para solucionarlo. Ahora solo queda hacer el esfuerzo para llevar a la práctica el método. ¿Por qué nos costará tanto aceptarnos? ¿Por qué nos costará tanto querernos? Esta mente loca y juguetona es nuestra perdición y nuestra salvación. Suerte que al final el círculo siempre se acaba cerrando.


viernes, 22 de febrero de 2008

EL MONJE ENOJADO

Dos monjes zen iban cruzando un río. Se encontraron con una mujer muy joven y hermosa que también quería cruzar, pero tenía miedo. Así que uno de ellos la subió sobre sus hombros y la llevó hasta la otra orilla.
El otro monje estaba furioso. No dijo nada pero hervía por dentro. Eso estaba prohibido. Un monje budista no debía tocar una mujer y este monje no sólo la había tocado, sino que la había llevado sobre los hombros.
Recorrieron varias leguas. Cuando llegaron al monasterio, mientras entraban, el monje que estaba enojado se volvió hacia el otro y le dijo:
-Tendré que decírselo al maestro. Tendré que informar acerca de esto. Está prohibido.
-¿De que estás hablando? ¿Qué está prohibido? -le dijo el otro.
-¿Te has olvidado? Llevaste a esta hermosa mujer sobre tus hombros -dijo el que estaba enojado.
El otro monje se rió y luego dijo:
-Sí, yo la llevé. Pero la dejé en el río, muchas leguas atrás. Tú todavía la estás cargando...