sábado, 29 de noviembre de 2008

DUALIDAD

¿Cómo percibimos el mundo? ¿Cómo nos percibimos a nosotros mismos?¿Cuál es la relación entre esas dos percepciones?
Tenemos la tendencia de ver la realidad de modo dualista: por una parte estoy yo y por otra, todo lo que no soy yo. Hemos aprendido a ver así la realidad, hemos aprendido que somos seres separados de lo externo, cosa que nos produce, aunque sea de modo inconsciente, una sensación de desvalimiento, de tener que luchar contra los elementos para seguir adelante, de que la vida nos pone miles de obstáculos que debemos superar.

Yo tengo una percepción de mi mismo, creo en mi mente una imagen de mi, de cómo soy, de mis características personales, de mis ideas, de mis gustos, etc. Por otro lado, tengo una percepción de lo que está fuera de mí, del mundo y de los demás. Pero esa percepción no es pura, sino que está tamizada y filtrada por mi mente, de modo que lo percibo es también una imagen, de los demás y del mundo. Ambas percepciones son imágenes que crea mi mente y que yo tomo por realidades. Y como tomo ambas por realidades, mi relación con el mundo o con los demás no es tal, sino una relación de imágenes. Es decir, tanto mi imagen como la imagen que tengo de lo externo son parte de mi consciencia y, por tanto, forman parte de mi. Desde este punto de vista, resulta absurda la separación yo-no yo. Yo creo mi propio mundo a cada momento, me creo a mi mismo y creo lo externo. Esto no quiere decir que no existan los demás, no hablo de eso. Lo que digo es que no los percibimos como son, sino como nos parece que son. Podríamos decir que los demás actúan como estímulo externo que provoca en nosotros una reacción y que esa reacción NO ES el estímulo.
De modo que, si nosotros somos creadores de nuestra realidad, resulta un poco absurdo que nos dejemos dominar por ella, que nos haga sufrir. Tenemos la opción de escoger la manera en que queremos crear nuestro mundo. Es cierto que existen limitaciones. No podemos cambiar lo que sucede pero sí el modo de interpretar lo que sucede que, al fin y al cabo, es lo que provoca nuestros sentimientos, lo que nos puede hacer sufrir, gozar o simplemente aceptar las cosas, según el caso. Lo que ocurre es que no es fácil tomar las riendas de ese poder. Nadie nos ha enseñado a hacerlo, más bien hemos aprendido todo lo contrario, y resulta una ardua tarea desaprender lo aprendido a lo largo de tantos años. No se trata tanto de aprender una nueva forma de ver las cosas como de desaprender nuestro modo actual, no de incorporar nuevas ideas o teorías sino de abandonar las que tenemos; no tanto de adquirir una nueva programación como de desprogramarnos.

jueves, 27 de noviembre de 2008

DOLOR

Ocho de la mañana. Llego al trabajo y aparco el coche. Aún no me he bajado cuando oigo unas voces apresuradas que vienen de detrás del coche. Me giro para mirar y en décimas de segundo veo como un motorista con moto de gran cilindrada hace unas eses y se estampa contra el lateral posterior de mi coche con un golpe sordo y cae sobre el asfalto mientras la moto gira en el suelo pivotando sobre su rueda trasera. El motorista se abalanza rápidamente sobre ella para apagarla. Yo salgo de mi coche para ver como se encuentra y me encuentro con el otro conductor implicado. El motorista trataba de adelantarle por la izquierda, el conductor no lo vio y giró al mismo tiempo a la izquierda también. El motorista, al tratar de esquivarlo, se estampó contra mi coche aparcado.
Preguntamos al motorista como se encuentra, si está bien. Se agarra la muñeca izquierda con su otra mano, se ha quitado el guante. Se frota también la rodilla izquierda. Volvemos a insistir:
"¿Te encuentras bien?¿Te duele algo?"
El motorista, casi sin prestar atención a lo que le decimos contesta:
"Lo que más me duele es la moto".

martes, 18 de noviembre de 2008

EL BILLETE DE 50 EUROS


Hace un par de años me enviaron este pequeño cuento por email. Desconozco su autor pero me encantó y hoy quiero compartirlo con vosotros.


EL BILLETE DE 50 EUROS


Alfredo, con el rostro abatido de pesar se reúne con su amiga Marisa en un bar a tomar un café.Deprimido descargó en ella sus angustias...que el trabajo, que el dinero, que la relación con su pareja, que su vocación...todo parecía estar mal en su vida.
Marisa introdujo la mano en su cartera, sacó un billete de 50 Euros y le dijo:
- Alfredo, ¿quieres este billete ?
Alfredo, un poco confundido al principio, inmediatamente le dijo:
- Claro Marisa...son 50 Euros, ¿quién no los querría ?
Entonces Marisa tomó el billete en uno de sus puños y lo arrugó hasta hacerlo un pequeño bollo. Mostrando la estrujada pelotita a Alfredo volvió a preguntarle:-
¿Y ahora igual lo quieres ?
- Marisa, no sé qué pretendes con esto, pero siguen siendo 50 Euros, claro que los tomaré si me lo entregas.Entonces Marisa desdobló el arrugado billete, lo tiró al piso y lo restregó con su pie en el suelo, levantándolo luego sucio y marcado.
- ¿Lo sigues queriendo ?
- Mira Marisa, sigo sin entender que pretendes, pero ese es un billete y mientras no lo rompas conserva su valor...
- Entonces Alfredo, debes saber que aunque a veces algo no salga como quieres, aunque la vida te arrugue o pisotee, SIGUES siendo tan valioso como siempre lo hayas sido...lo que debes preguntarte es CUANTO VALES en realidad y no lo golpeado que puedas estar en un momento determinado.
Alfredo se quedó mirando a Marisa sin decir palabra alguna mientras el impacto del mensaje penetraba profundamente en su cerebro.Marisa puso el arrugado billete de su lado en la mesa y con una sonrisa cómplice agregó:
- Toma, guárdalo para que te recuerdes de esto cuando te sientas mal...¡¡pero me debes un billete NUEVO de 50 para poder usar con el próximo amigo que lo necesite !!

EN MI PECHO

En mi pecho, corazón,
late libre, sin temor.
Déjame ser verso de amor,
la devoción de un amigo.
Mucho tiempo sombra fuí,
en mi mismo me perdí.
De tí aprendí a ser la mano que da
sin recibir,
generosa y leal.
¿Qué es la vida? absurdo trajín.
Dame alma, calor.
Ser tan limpios como la nieve que cae.
Todo tiene quien todo da.
Nada espero, nada sé,
nada tengo, sólo fe.
Y donde estemos, saber estar;
aunque sea ingenuo, no codiciar.
Nunca ceder ante la adversidad.
Quiero tener la alegría
del que está en paz.
Mis cadenas he de romper;
fuera penas, amargas como la hiel.
(El último de la fila)

domingo, 16 de noviembre de 2008

EL ERROR Y LA CULPA

¿Tomamos decisiones equivocadas?¿Existe eso que llamamos cometer un error? Personalmente no me gusta la palabra error. Yo creo que simplemente tomamos decisiones a lo largo de nuestra vida, en función de las circunstancias vitales de cada momento, de nuestra percepción de la situación, de los sentimientos que nos provoca, de nuestros conocimientos y nuestra experiencia previa. Y esas decisiones pueden ser adecuadas o inadecuadas ante las circunstancias que se nos presentan en ese momento. Luego, con la perspectiva del tiempo, nos damos cuenta de las consecuencias de esa decisión, y si las consecuencias no las consideramos positivas, entonces decimos que cometimos un error. Y decimos eso porque pensamos que sabiendo lo que sabemos ahora habríamos tomado otra decisión diferente. Pero eso es hacer trampa, porque en aquél momento nuestra percepción de las cosas era otra. No tiene sentido plantearse así las cosas.
Todo lo que hacemos, decimos e incluso pensamos tiene consecuencias de algún tipo. Lo que nunca sabemos es cuáles serán esas consecuencias a medio o largo plazo, de que modo nos afectarán a nosotros o a los demás. La perspectiva es algo imprescindible para valorar si algo es positivo o negativo para nosotros. Lo que hoy parece un desastre, mañana puede traer consecuencias muy positivas y viceversa. Tenemos muy poco control sobre nuestras vidas, aunque nos cueste reconocerlo. Y nos encanta culpabilizarnos por lo que hicimos en el pasado. La culpa es una de las emociones más inútiles y paralizantes. De hecho, la culpa solo tiene una utilidad: la de evitar que cambiemos. El sentirnos culpables de nuestros “errores” es la herramienta perfecta para seguir actuando del mismo modo. Nos da la sensación de no ser tan malas personas porque al menos nos sentimos culpables. El domingo no fuimos a ver al abuelo, de modo que nos sentimos culpables y así aliviamos un poco nuestros remordimientos y el domingo que viene podremos volver a dejar de visitarle. Le mentimos a nuestro mejor amigo, nos sentimos culpables por ello, de modo que no debemos ser tan malos. Podemos volver a mentirle en otra ocasión.
Si cuando actuamos lo hacemos convencidos de que en esas circunstancias es lo que debemos hacer, no tiene sentido culpabilizarse por ello. Si actuamos deliberadamente sabiendo que deberíamos hacer otra cosa, es decir, voluntariamente, tampoco tiene mucho sentido culpabilizarse.
Lo que de verdad nos permite cambiar de actitud es la responsabilidad. Somos responsables de nuestros actos y, por tanto, debemos asumir las consecuencias. Y si esas consecuencias son perjudiciales para nosotros o para un tercero podemos tomar las decisiones necesarias para intentar reparar el daño. Sin culpabilidades. Asumir la responsabilidad de nuestros actos nos permite también aprender de nuestras conductas dañinas para no repetirlas, porque no responsabilizamos o culpabilizamos a los demás. El aprendizaje es vital para nuestro crecimiento y solo podemos aprender mediante la experimentación. El verdadero error no está pues en el acto en si, sino en no saber aprender de sus consecuencias. Eso que solemos llamar errores son pasos imprescindibles para nuestro aprendizaje vital y, por tanto, tienen su razón de ser y en mi opinión no deberíamos llamarles errores, sino experiencias. Es un asunto de conceptos. Yo prefiero decir que “aprendemos de nuestras experiencias” antes que “aprendemos de nuestros errores”, porque, al fin y al cabo, aprendemos tanto de nuestros “errores” como de nuestros “aciertos” –o al menos deberíamos hacerlo- y la palabra error suele llevar añadida una carga negativa que puede conducir al sentimiento de culpa. Que llevamos a cabo actos o pensamientos dañinos para nosotros mismos o para los demás es un hecho, sería absurdo negarlo. Pero cuando actuamos así solemos hacerlo basándonos en lo que creemos correcto –salvo que actuemos a sabiendas de que eso nos hace daño- en base a nuestra percepción de la realidad, que es la que generalmente suele estar equivocada. Podemos tener por tanto un error de percepción en un momento determinado y cometer un “error” que solo podremos valorar más tarde, cuando nuestra percepción de la realidad sea diferente. Ahora bien, ¿quién puede asegurarnos que mañana nuestra percepción de la realidad no vuelva a cambiar y lo que hoy nos parece un error mañana nos parezca una decisión correcta? O más aún ¿quién sabe en qué derivará mañana lo que hoy nos parece un error? Si las consecuencias finales son positivas, ¿podemos seguir considerándolo un error?
Tendré que seguir dándole vueltas al asunto, porque quizá me esté equivocando de cabo a rabo. Es vuestro turno. Se aceptan todo tipo de sugerencias.

sábado, 1 de noviembre de 2008

OTOÑO

Llegó el otoño, con su lluvia...¡y sus setas!


Otoño 1
Otoño 2
Otoño 3
Otoño 4
Otoño 5
Otoño 6
Otoño 7
Otoño 8
Otoño 10