jueves, 1 de mayo de 2008

SANTIAGO

Tal día como hoy, 1 de mayo de 2008, pero hace ahora exactamente diez años, me encontraba yo junto a mi mujer, estrenando matrimonio, al otro lado del charco, concretamente en Santiago de Cuba. De modo que me he puesto a recordar y he decidido dar un poco la murga con algunos recortes de mi diario de viaje. Es mi intención que sean una serie de entradas, donde además explicaré el por qué decidimos viajar a Cuba, lo que pretendía al ir allí y lo que conseguí con el viaje. Pero hoy toca lo que toca y por tanto me saltaré la cronología para pasar directamente al quinto día del viaje, correspondiente al día de hoy. Advierto ya que los sucesos que narro son de lo más banales –no para mi, claro, me refiero a los posibles lectores. Lo aclaro para que quien quiera se lo salte directamente a la espera de nueva temática en las entradas, porque además me temo que la cosa va a ser larga. Advertidos estáis.

“Jornada quinta (01/V/98)

Primero de mayo. El día del trabajo aquí no es como en España: en Cuba es la fiesta grande. Hoy es el día de los grandes desfiles. El gobierno pretende que salga más gente a la calle que cuando vino el Papa. Para ello, el propio Fidel presidirá el desfile en La Habana y su hermano Raúl aquí, en Santiago. Lástima que cuando nos hemos enterado era ya demasiado tarde.
Como hoy es “feriado”, la chica del buró de turismo no viene a trabajar, con lo cual se nos joden todos los planes de organizar excursiones a la Sierra Maestra y de confirmar los vuelos. En seguida los taxistas se ofrecen para hacernos el mismo recorrido que las agencias por Santiago y en el mostrador de al lado nos recomiendan alquilar un coche. Pero después de pensarlo un rato y en vista de que probablemente hoy todo va a estar cerrado, decidimos ir a visitar la playa de Bucanero, conocer el Caribe y, si es posible, hacer buceo. Tal vez por la tarde demos una vuelta por el centro.
Un taxi nos lleva por 12$ hasta la playa, haciendo el recorrido por la carretera del Parque Baconao. Pasamos junto al parque zoológico y al Árbol de la Paz –ceiba centenaria donde las tropas españolas entregaron Cuba a los EEUU al final de la guerra.
El camino desde las afueras de Santiago es impresionante. Desde la Ceiba en adelante –Loma de San Juan-, comienza el Parque, el más grande de Cuba, que tiene una extensión de 80.000 hectáreas y se sitúa a caballo entre la Sierra Maestra y el Caribe. La sierra queda a hora a nuestra izquierda. En realidad, esta es la margen más meridional de Sierra Maestra y también la de menor altitud. Hacia el noroeste quedan las cumbres más altas donde los barbudos de Fidel montaron su refugio. Aquí la vegetación es más abundante que en Pinar del Río, aunque sin llegar a ser exuberante. Tiene más bien aspecto adehesado, si bien los árboles son de gran tamaño y la presencia esporádica de las palmas nos viene a recordar que estamos en el Caribe.
Esta carretera conduce también a la granjita Siboney, de donde partió el ataque al cuartel de Moncada el 26 de julio de 1.953. A los lados del camino existen monumentos de homenaje a los caídos durante el asalto, en los que figuran el nombre y profesión de las víctimas. Son en total 26, 20 al lado derecho y 6 al lado izquierdo.
Tomamos un desvío hacia la derecha y al poco aparece el mar Caribe. Tiene un color azul intenso y como era de esperar con mi suerte para el mar, hoy –excepcionalmente- está algo picado. Normalmente está como un plato pero hoy Paco Guerrero quiere hacer buceo. Al menos el día está espléndido y hace un sol de justicia.
¡¡Quién lo iba a decir!! El centro de buceo “Bucanero” está cerrado. Los chicos se han ido al desfile, como buenos patriotas, aunque el taxista nos informa que ellos tienen motos y que probablemente llegarán más tarde, porque el desfile ya habrá terminado…ante la perspectiva, optamos por esperar y disfrutar de la playa.
El sitio es muy bonito. La costa es rocosa, como en toda la vertiente sur de la isla, pero aquí forma una calita de arena donde Hay un pequeño malecón, un bar, tumbonas –que para asombro nuestro son gratuitas- y algunos sombrajos de palma. Como el calor aprieta, nos damos un baño. La arena llega justamente hasta donde comienza el agua. Aquí el fondo está compuesto por rocas y guijarros. No me extrañaría que la playa fuese artificial. Además, el oleaje hace que andar hacia el mar sea una carrera de obstáculos, pero el agua está tibia y vale la pena el chapuzón. Aquí el mar parece tener mayor contenido de sal. Tengo que acordarme de comprobarlo cuando lleguemos a casa.
Tras el baño, un poco de sombra porque el sol aprieta. Los del club de buceo siguen sin dar señales de vida y en el bar me dicen que es probable que no abran. Para colmo ni siquiera hemos traído el equipo ligero, aunque el agua está algo sucia y el oleaje hace que andar por las rocas sea algo seriamente comprometido. Hace tiempo ya, sin embargo, que he decidido que los inconvenientes no me amarguen el día, así que disfrutamos de lo que tenemos, que no es poco.
Damos un paseo de exploración y vemos todo tipo de pájaros, sin prismáticos porque los hemos dejado en el hotel de Santiago, y oímos el ruido de algo grande que se mueve entre la maleza. Mariana ve un rabo enorme que se esconde, probablemente se trata de iguanas. En efecto, al poco aparece la cabeza de un enorme reptil recortada contra el cielo azul y poco a poco comienza a descender con torpeza la ladera del acantilado. Es un animal imponente que le trae a uno imágenes de eras geológicas pasadas, cuando los grandes saurios se movían a sus anchas por el planeta.
Seguimos un poco más adelante buscando pozas en las rocas. El terreno se vuelve peligroso. La roca es volcánica, con bordes cortantes y picos puntiagudos, y en algunos lugares la piedra está suelta. Un cartel indica que no se camine a partir de esa zona, límite de la playa. A pesar de todo decidimos seguir adelante. Encontramos pozas pero, para mi asombro, apenas hay vida visible en ellas. Poco más que unos bienios muy parecidos a los nuestros y algunos cangrejos. Nada más. Ni otros peces, ni erizos, ni estrellas, ni siquiera bajo las piedras.
Desde el acantilado veo acercarse un hombre. Es negro, con bigote, y viste camisa blanca y pantalón oscuro. A poco se encuentra hablando con Mariana. Me acerco a ellos. Dice ser vigilante de seguridad del hotel y se ha acercado porque estaba preocupado por nosotros. Después de algo de charla, nos indica que si queremos podemos comer algo en el restaurante. Aquí nadie pierde el tiempo…
De vuelta a ala playa vemos un enorme cangrejo rojo. He leído algo acerca de estos crustáceos. Al parecer, viven en las montañas y en estas fechas bajan al mar a desovar. Sobre el mes de junio, los cangrejitos recién nacidos hacen el camino contrario, del mar a la montaña. De hecho, este ejemplar, el único que vemos vivo, va completamente cargado de huevos, así que lo dejamos en paz tras hacerle unas fotos.
Detrás del bar se abre un desfiladero muy atractivo. Decidimos explorarlo un poco pero el atuendo de Mariana no es el más apropiado y es atacada por una colonia de avispas, Al intentar ayudarla sufro también el ataque. Resultado: Mariana 5-avispas 0. Mi cuerpo solo ha recibido un picotazo en el brazo, ella varios en la espalda y un brazo. Pedimos hielo en el bar de arriba para bajar la hinchazón. Allí, detrás de la barra, está el hombre de la playa, el “seguridad”, que antes que nada nos pregunta si vamos a consumir algo. Nos ponemos hielo mientras tomamos unos zumos de naranja. El camarero nos recomienda que le pidamos al cocinero de abajo unos dientes de ajo y nos frotemos las picaduras. Así lo hacemos y el remedio resulta ser milagroso. A partir de ahora deberemos incluir en la mochila un par de dientes de ajo como botiquín de urgencias.

Resto del día sin incidencias. Comemos langosta “grillé” a buen precio y muy rica en el bar de la playa Durante la comida, un enorme macho de iguana persigue entre las mesas a una hembra que no parece estar muy por la labor de dejarse querer. Al fin, después de mucha tenacidad, conseguirá su propósito.
Hacia las 16 h decidimos poner rumbo al hotel para aprovechar la tarde. Durante la mañana se nos ha acercado un taxista compañero del que nos trajo, para ofrecernos sus servicios cuando tuviésemos a bien marcharnos. Ahora que lo tenemos a bien lo que no tenemos es taxi: el hombre no aparece por ningún lado. Pregunto en el bar y nos piden un taxi por teléfono. Mientras esperamos a la sombra una iguana comienza a bajar por las escaleras pero, como le cerramos el paso, se para a observarnos. Ante lo obstinado de nuestra presencia opta por cambiar de trayectoria y trepa por una roca junto a nosotros.
Al cabo de media horade espera parece el taxista de la playa. No tengo ni idea de cómo se ha enterado –supongo que por la radio- porque desde el bar han llamado a un taxi de Santiago cuando él no estaba presente. Cuando llegue el otro taxi, el tipo del bar va a tener que pagarle el servicio “porque ayer me hizo lo mismo”. No me extrañaría que todo fuese un montaje para intentar cobrar los dos. Montamos en el taxi y por el mismo precio -12$ USA- llegamos al hotel. En realidad el viaje cuesta entre 14$ y 16$, pero como hay poco turismo el precio queda fijado en 12 y cuando el taxímetro marca dicha cantidad, simplemente se apaga. Por el camino pasamos por una playa preciosa utilizada por los cubanos. Es una playa de arena pero su peculiaridad radica en los grandes árboles que dominan el paisaje –quizá ceibas- y que llegan hasta la misma playa. El conjunto resulta llamativo para los que no estamos acostumbrados a ver en la costa otro tipo de árbol que no se aun pino piñonero.
La tarde sigue siendo calurosa. La provincia de Oriente es la zona más cálida de Cuba. Aquí es normal llegar a los 40º C en verano y por debajo de 25º la gente usa mantas. Pero hoy no hace tanto, así que es posible salir a pasear. Tomamos un taxi para cubrir los dos kilómetros y medio que separan nuestro hotel del centro de Santiago. Naturalmente por todo el camino siguen abundando las pintadas –“Desde las cuadras crece mi país”- firmadas por los CDR. Bajamos en el parque Céspedes, el supuesto centro neurálgico del pueblo santiaguero, pero como hoy es feriado, la calle y la plaza están casi vacías y nos sentimos el centro de atención. No se por qué el ambiente sigue resultándome hostil, no me siento cómodo.
En una esquina de la plaza está el hotel “Casa Granda”, magníficamente situado y la mitad de caro que el nuestro. Lástima no haberlo sabido antes. El resto de la plaza no ofrece grandes alicientes –o quizá no tengo el espíritu predispuesto-: la catedral no es ninguna maravilla y además no es la original, derribada por varios terremotos. Sí merecen la pena el ayuntamiento –enfrente del templo- desde donde Fidel dio su primer discurso tras la huida de Batista el 1 de enero del 59, y la casa de Diego Velásquez, considerada la casa más antigua de Cuba. Bajamos por la calle Heredia hasta la “Casa de la trova”. Es un local pequeño, con unas pocas sillas y las paredes repletas de retratos de viejas glorias del trovo popular. Hasta las 8,30 de la tarde no comienzan las actuaciones y solo son las 7. Ante la perspectiva de esperar hora y media y el continuo acoso –con personajes muy distintos a los que encontramos en La Habana- decidimos volver al hotel probar suerte quizá mañana, cuando las calles estén más transitadas.
Santiago es un mar verde. Desde la última planta del hotel tenemos una panorámica espléndida de la ciudad. El casco urbano, que se extiende en todas direcciones, no solo está rodeado por la vegetación y la sierra sino que cientos de pequeñas y grandes zonas verdes salpican el interior de la ciudad. Por todas partes hay jardines, siendo este para mí uno de los mayores atractivos de Santiago”

1 comentarios:

Jose dijo...

Desde luego si que fue un buen viaje!

Ah!Felicidades por los 10 años!!